viernes, 6 de diciembre de 2013

¿QUÉ LE PEDIRÁS A DIOS?

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Yo te ruego que le des a tu siervo discernimiento 
para gobernar a tu pueblo y para distinguir entre el bien y el mal. De lo contrario, ¿quién podrá gobernar a este gran pueblo tuyo?
(1 Reyes 3:9).

No recuerdo la fecha exacta, pero si con bastante claridad el mensaje que recibí en mi teléfono celular varios años atrás: “Te ganaste una Ford Lobo del año y además quinientos mil pesos. Llama al teléfono…” Como te podrás imaginar, el mensaje me emocionó bastante. De inmediato, me imaginé conduciendo un precioso vehículo nuevo y empecé a pensar cómo gastaría el dinero (¿o mejor debía ahorrarlos?). Solo había un problema:

¡Yo no había participado en ningún sorteo! Las empresas que yo había contratado tampoco habían hecho una rifa. Con más calma, me di a la tarea de examinar con mayor detenimiento el mensaje. No me llevó mucho tiempo descubrir que era una estratagema para obtener información personal y después usarla para fines poco éticos.

Salomón, sin embargo, sí recibió una oferta genuina de Dios: “Pídeme lo que quieras” (1 Reyes 3:5). El joven monarca, que entonces ya era muy inteligente, pidió a Dios sabiduría para gobernar al pueblo que se le había encargado. El Señor se sintió tan contento por la petición de Salomón que no solo le dio más sabiduría de la que alguien tuvo antes o después de él, sino que también le dio riquezas y fama.

Salomón se hizo tan famoso y rico que “todo el mundo procuraba visitarlo para oír la sabiduría que Dios le había dado” (1 Reyes 10:24). Fue el más grande filósofo. Pero también escritor, músico, botánico, zoólogo, ornitólogo, herpetólogo e ictiólogo (lee 1 Reyes 4:29-34).

No ha existido ni existirá nadie con el genio de Salomón.

Albert Einstein es considerado uno de los intelectos más prolíficos en la historia de la humanidad. En 1905, cuando trabajaba como examinador de tercera clase en una oficina de patentes en Suiza, y su tesis no había sido aprobada todavía, en su tiempo libre escribió cuatro artículos que transformaron la ciencia de su tiempo. El primero demostró que la luz puede ser concebida a la vez como partículas y como ondas. El segundo probó la existencia de los átomos y las moléculas. El tercero, sobre la teoría de la relatividad, demostró que el espacio y el tiempo no son absolutos. El cuarto destacó la equivalencia que existe entre masa y energía que describe la ecuación E=mc2. ¡No está nada mal para unos meses de trabajo!

Pero Salomón todavía fue más grande. Pide hoy a Dios sabiduría para resolver los múltiples desafíos que tienes por delante. 

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Por Félix Cortez

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