No os toca a vosotros saber los
tiempos o las
sazones, que el Padre puso en su sola potestad.
Hechos 1:7.
Los discípulos
no podían conocer la hora de la segunda venida de Cristo.
Había una cosa
que podían entender, y era que habrían de recibir poder luego de que el
Espíritu Santo descendiera sobre ellos; y que habían de ser testigos de Cristo.
Se reprende toda esta curiosidad ardiente por conocer la fecha. No se nos es
dado conocer, y no hemos de sentirnos ansiosos sobre estas cosas que el Señor
nunca nos ha encomendado, sino que ha mantenido en su sola posesión, sin
revelarlas. Pero la dotación del Espíritu es para nosotros; podemos esperar
esto en confianza y recibirlo libremente. Porque no podemos hacer nada por la
salvación de las almas sin esta agencia celestial. Debido a la brevedad de la
vida humana, debe hacerse de todo evento una ocasión para enriquecer las almas
con las verdades del evangelio.
Según se va
cerrando el tiempo, debemos mantener en mente la espiritualidad de la Ley y la
extrema impotencia de una obediencia formal, ceremonial a los mandamientos de
una religión legalista. Los principios eternos de la verdad deben destacarse.
El carácter santo y paternal de Dios debe presentarse a todos.
Debe aclararse
nuestra obligación en nuestras acciones cotidianas, para que entendamos nuestra
relación con Dios y con cada otra persona; porque hemos de velar por las almas como
quienes han de rendir cuentas. Debemos presentarle a la gente no las
imaginaciones de los hombres, ni sus intrigas y conclusiones, sino la gracia de
Dios en el don de su Hijo unigénito, de manera que todo el que crea en él no se
pierda, sino que tenga vida eterna. Hemos de levantar a Jesús, para que él
atraiga hacia sí a los hombres y las mujeres…
Cuán difícil
se les hace advertir la necesidad de una oración constante; de un
arrepentimiento sincero; de obtener más y más perfección de carácter, que es la
sal de la experiencia cristiana y la evidencia de la operación del Espíritu
Santo en el corazón. El Espíritu Santo ha de iluminar, renovar y santificar el
alma…
Que todos
cumplan su deber; que laboren activamente con Cristo Jesús.
Represente a
Jesús dando un ejemplo de piedad cristiana, para que la gracia de Cristo se
muestre como es: hermosa, atrayente, armoniosa y siempre consistente.
Una vida
hermoseada por la santidad no es una vida de contemplación ociosa, sino una
llena de trabajo ferviente por el Maestro, cuya luz brilla más y más hasta que
el día es perfecto — General Conference Bulletin, 4 trimestre de 1896, pp. 764,
765.
Meditaciones Matutinas para adultos
"Desde el corazón"
Por Elena G. de White
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