Todas las cosas hastían
más de lo
que es posible expresar.
Ni se sacian los ojos de ver,
ni se hartan los oídos
de oír.
Eclesiastés 1:8
No podemos
negar que la televisión es uno de los inventos más revolucionarios y
maravillosos con que cuenta la sociedad actual. La idea de trasmitir imágenes
surgió en la mente del francés Maurice Leblanc en los albores de 1870.
De ahí en
adelante, la tecnología ha ido perfeccionándola, de modo que ahora podemos
hablar de pantallas de alta definición y de imágenes tridimensionales, sin
imaginarnos lo que el futuro pueda traer.
El televisor
se ha vuelto indispensable en la mayoría de los hogares. Tanto es así, que
algunos afirman que en un hogar puede faltar el pan, pero no el televisor.
Yo creo que al
hablar de este asunto, todas nosotras, de una u otra manera, nos sentimos aludidas.
Creo que la mayoría de las que lean esta reflexión, tienen al menos uno de esos
aparatos en casa.
Mucho se ha
escrito acerca de los efectos de la televisión, no es necesario ahondar en el
tema. Pero sí conviene decir que el evangelio puede llegar a lugares nunca
imaginados a través de una retransmisión televisiva, y por eso damos gracias a
Dios.
También es
cierto que la mayor parte de la programación que se transmite en los canales
públicos es abiertamente nociva. En muchos de los programas, aun en aquellos
llamados “familiares”, se exalta la inmoralidad, y se propone como estilo de
vida.
No puedo decir
que la televisión sea buena ni mala, pero sí que es necesario controlarla,
antes de que ella nos controle a nosotros. A las madres que pasamos la mayor
parte del tiempo en casa nos puede seducir el encanto de algunos programas que
no solo ocupan nuestro tiempo, sino que también llenan la mente de conceptos y
filosofías contrarias a los principios de Dios.
Una
investigación del Culture and Media Institute, demostró la relación que existe
entre ver la televisión y las ideas que albergamos respecto a las prácticas y
preferencias sexuales, así como a la asistencia a la iglesia. Se encontró que
quienes ven mucho la televisión tienen actitudes más liberales, o apartadas de
los principios divinos, que quienes la ven menos. Asimismo, que la asistencia a
la iglesia es menor entre quienes ven más la televisión.
Hermana, hoy
es un buen día para reflexionar acerca de lo que muestra la pantalla de tu
televisor, así como para analizar los efectos que pudiera causar en nuestras
vidas.
Meditaciones Matutinas para la mujer
“Aliento para cada día”
Por Erna Alvarado
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