Hoy les ha nacido en la ciudad de
David
un Salvador, que es Cristo el Señor.
(Lucas 2:11).
Una
emocionante historia verídica ¡lustra el hecho de que la Navidad todavía es una
ocasión en la que muchos pueden “encontrar”. La cuenta Leo R. Van Dolson en El
Rey ha nacido.
Cierta Navidad
se presentaba muy amarga para un joven pastor y su esposa. Habían tomado a su
cargo una vieja capilla descuidada que había conocido tiempos mejores. Según
contaban, años atrás, en la iglesia y entre sus miembros había habido alegría y
amistad.
Pero de eso
hacía mucho tiempo; ahora solo quedaba el recuerdo de ese brillante pasado.
El pastor
había iniciado una entusiasta campaña para devolver al templo parte de su
hermosura anterior con pintura, martillo, clavos… y mucho amor. Él y su esposa
amaban aquella iglesia y ese amor hizo todavía más dolorosa la herida cuando
una terrible tormenta arruinó aún más al viejo y altivo edificio. Después de la
tormenta, el pastor y su esposa contemplaron el estrado llorando, porque allí,
en el muro frontal, había una “herida abierta”.
Las furiosas
ráfagas habían hecho caer una parte del revoque y destruido la poca belleza que
quedaba. Y solo faltaban unos días para la Navidad. En ese momento triste el
pastor secó sus lágrimas y las de su esposa:
-Querida,
tenemos que asistir a la feria en beneficio de los jóvenes-, dijo.
Volviendo la
mirada hacia atrás mientras salían, se sintieron desanimados, pero en sus
corazones surgió el recuerdo de una promesa: “El Señor proveerá”. Con todo, aun
entonces no pudieron imaginar cómo sería de maravillosa la provisión que llegó
ese mismo día y que más tarde consideraron milagrosa.
Todavía
tristes, pero con una sonrisa dibujada en el rostro, fueron a la feria y
observaron a los asistentes que hacían ofertas en las subastas de diversos
artículos. Cuando se exhibió un mantel de color dorado y marfil, de unos cinco
metros de largo, hubo muy pocas ofertas.
Evidentemente
aquella tela, hermosa pero demasiado larga y anticuada, a nadie atraía.
No
exactamente… a nadie excepto al pastor y a su esposa.
Sus ojos se
encontraron como si expresaran el mismo pensamiento. Sin vacilar ofrecieron la
generosa suma de seis dólares y medio. Ningún otro asistente vio más valor en
aquella tela insignificante, de modo que nadie ofreció más. El pastor y su
esposa pagaron y se apresuraron a volver a la iglesia. Entonces extendieron y
fijaron el mantel por encima del feo agujero en el revoque del estrado.
Amor y
esfuerzo para hacer de la Navidad lo que debiera ser. ¿Has sentido tristeza en
la época de Navidad?
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Por Félix Cortez
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