Lugar: Colorado, EE.UU.
Palabra de Dios: Mateo 6:3,4
Tara, de siete
años, y sus cuatro hermanos y hermanas se reunieron en la sala. Por la mirada
seria de sus padres, podían darse cuenta de que algo andaba mal.
-Lo
lamentamos, chicos -comenzó la mamá-, pero me parece que este año no habrá
regalos para Navidad.
Tara trató de
no sentirse chasqueada, mientras su papá explicaba la situación.
-Con todos los
gastos médicos que tuvimos por la cirugía de rodilla que tuve, y porque no pude
trabajar durante casi todo el año, no tenemos suficiente dinero.
Llegó el día
de Navidad, y ellos hicieron lo mejor posible por estar alegres. La mamá
recordó a los niños que tenían muchas razones por las cuales estar agradecidos.
Después de todo, todavía tenían una casa calentita en la cual vivir, y tenían
comida. En algún momento de la mañana, sonó el timbre.
-Yo abro -dijo
Tara, corriendo hacia la puerta.
Pero, cuando
la abrió, no había nadie allí; solo una caja grande en el porche.
-¡Mamá, papá,
vengan! -llamó Tara- Alguien dejó una caja envuelta con papel navideño.
¿Podemos abrirla?
Todos se
reunieron en la sala y abrieron la caja. Adentro, había juguetes, ropa y comida
para toda la familia. Aparentemente, alguien se había enterado de la situación
que vivían y había decidido ayudar.
Tara nunca
olvidó el día de navidad de 1980 y el gozo que alguien les regaló. La familia
nunca pudo descubrir quién dejó esa caja frente a su casa esa mañana, pero
estoy segura de que el dador anónimo también se sintió bendecido. Cierta vez,
dijo Jesús: “…cuando des a los necesitados, que no se entere tu mano izquierda
de lo que hace la derecha, para que tu limosna sea en secreto. Así tu Padre,
que ve lo que se hace en secreto, te recompensará”.
Lectura Devocional para
Menores
En algún lugar del
Mundo
Por Helen Lee Robinson
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