Después de que Jesús nació en
Belén de Judea
en tiempos del rey Herodes,
llegaron a Jerusalén unos sabios
procedentes del Oriente.
‘¿Dónde está el que ha nacido rey de los judíos?”,
preguntaron. “Vimos levantarse su estrella y hemos venido a adorarlo”.
(Mateo
2:1-2).
El pastor y su
esposa miraron hacía el estrado. Era un espectáculo. La belleza que nadie,
fuera de ellos, había visto durante la subasta, surgía ahora de la tela. El
manto cubría exactamente la porción dañada de la pared. Repentinamente, el
ambiente navideño llenó la capilla con su calidez, quizá por primera vez en muchos
años.
La segunda
parte del milagro sucedió la víspera de Navidad. El pastor vio a una ancianita
frente a la parada del autobús, temblando de frío. Entonces, le dijo que el
vehículo tardaría todavía una hora en pasar y la invitó a entrar a la capilla
para resguardarse del frío.
La agradecida
ancianita caminó hacia la iglesia y explicó en un inglés mal pronunciado, que
ella vivía en otro pueblo, que se había trasladado en respuesta a un aviso
publicado en el periódico en que se solicitaba una Institutriz, pero por causa
de su inglés deficiente no la habían contratado.
Una vez dentro
de la iglesia, la mujer miró hacia el estrado y sus ojos se abrieron con
sorpresa.
-Hermoso,
¿verdad? -dijo el pastor, satisfecho por el brillo de la expresión del rostro
de ella.
-¡Este es mi
mantel para fiestas! -exclamó- Mi finado esposo lo mandó hacer especialmente
para mí en Bohemia. ¡Es este!
Ella procedió
a contar al pastor la triste historia de cómo había vivido con su esposo en
Viena hasta que los nazis tomaron el poder. El esposo la envió a Suiza, con la
promesa de que la seguiría tan pronto como pudiera. Pero, con el correr de los
años, perdió la esperanza de volver a verlo. Finalmente, alguien le dijo que su
esposo había muerto en un campo de concentración.
Ahora, muchos
años más tarde, la víspera de Navidad, en un país muy distante de Viena y de
Suiza, cuando la habían rechazado para un empleo porque su inglés era
deficiente, el pasado volvía repentina y sorpresivamente al presente. Los
recuerdos fluían con lágrimas mientras la anciana salía a tomar el ómnibus.
Hay muchas
personas que esta Navidad necesitan amor. Procura darles el calor de tu
comprensión y cariño como Jesús lo hizo siempre en su vida terrenal.
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Por Félix Cortez
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