martes, 10 de diciembre de 2013

TODO COMIENZA CON UNO

Portada Jovenes
Dios, que ordenó que la luz resplandeciera 
en las tinieblas, hizo brillar su luz en nuestro corazón para que conociéramos la gloria de Dios
que resplandece en el rostro de Cristo.
(2 Corintios 4:6).

El 28 de agosto de 1854 a las 6:00 de la mañana, después de una noche de calor especialmente opresivo, la bebé de Thomas y Sara Lewis empezó a vomitar y sus evacuaciones se volvieron muy líquidas, verdes y con un olor penetrante. La niña había contraído cólera.

La familia mandó llamar al doctor William Rogers y mientras este llegaba, Sara exprimió los pañales de la niña en una cubeta de agua tibia, descendió al sótano de la casa y la vació en la fosa séptica que se encontraba frente al edificio, en el número 40 de la Calle Broad. Así empezó la epidemia de cólera más agresiva en la historia de la ciudad de Londres, que duraría poco más de diez días y causaría la muerte de 616 personas en una zona de apenas algunas manzanas.

En aquel tiempo se creía que el cólera se transmitía por medio de miasmas, por el aire.

Lo que no se sabía es que el cólera se transmitía por el agua. En un fascinante estudio titulado The Ghost Map [El mapa fantasma], Steven Johnson relata la historia de cómo John Snow y Henry Whitehead trabajaron incansablemente durante meses, rastreando el origen y desarrollo de la epidemia, luchando contra la superstición y la obstinación de científicos equivocados, para demostrar que el cólera se había diseminado por el agua. Sin la ayuda de computadoras ni de equipos modernos lograron rastrear el origen de la epidemia hasta la bebé Lewis y encontraron cómo la fosa séptica que estaba enfrente de la casa había contaminado la fuente de la Calle Broad que se encontraba a unos pocos metros de distancia.

La hazaña de esos dos hombres puso el fundamento de la epidemiología moderna, transformó el desarrollo arquitectónico de las ciudades y la estructura del gobierno. La tragedia es que la fuente de la Calle Broad era famosa por la calidad de su agua. Algunas personas venían de otros barrios a beber de ella. En señal de gratitud, los hijos enviaban a sus padres agua de aquella fuente a localidades lejanas.

La epidemia empezó con la enfermedad de un bebé, pero el pozo le dio a la epidemia su fuerza devastadora. Dios nos ha elegido como portadores del “virus” del evangelio.

¿Eres un agente portador del virus del evangelio, o por el contrario transmites la destrucción?

Lecturas Devocionales para Jóvenes
¿Sabías qué..? Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix Cortez

No hay comentarios.:

Publicar un comentario