Como no los encontraron,
arrastraron a Jasón
y a algunos otros hermanos ante las autoridades de la
ciudad, gritando: “¡Estos que han trastornado el mundo entero han venido
también acá!”.
(Hechos 17:6).
Las epidemias
han influido con fuerza sobre la conciencia y la imaginación humanas. Se estima
que, en el siglo XIV (su punto más álgido fue de 1348 a 1350), la peste negra
se llevó por delante entre el treinta y el sesenta por cierto de la población
europea en un período de dos años. El impacto fue tan grande que la población
mundial se redujo considerablemente en esos años. De hecho, Europa necesitó
ciento cincuenta años para recuperarse de la pérdida de población.
Europa no fue
la misma desde entonces. Las monarquías dictaron nuevas leyes económicas como
resultado de la plaga. La epidemia también produjo agitación social. Por
ejemplo, en agosto de 1349 las comunidades judías de Colonia y Maguncia, en
Alemania, fueron completamente exterminadas porque se las culpó sin razón de la
epidemia. La peste negra también afectó gravemente a la religión, la economía y
la política. Consulta la Enciclopedia Británica o Wikipedia si quieres tener
más información.
La gripe
española, que brotó justo después de la Primera Guerra Mundial y es considerada
la mayor de la historia, causó la muerte de entre cincuenta y cien millones de
personas, aproximadamente, en todo el mundo. De hecho, murieron más personas
por la epidemia que por el conflicto armado.
La humanidad
respeta tanto el poder global de las epidemias que ha montado un impresionante
sistema de alerta y defensa global. La Organización Mundial de la Salud publica
un registro epidemiológico semanal con noticias del estado de las epidemias en
todo el mundo. Estados Unidos tiene un sistema llamado GeoSentinel que rastrea
las enfermedades infecciosas entre los viajeros. La popular lista de correo
ProMED-mail envía un informe diario del estado de todas las epidemias en el
mundo.
Las
autoridades temen a las epidemias por su poder destructivo, pero cuando he
comparado al evangelio con una epidemia, me refiero a un contagio restaurador.
¿Por qué el evangelio ha perdido poder para cambiar el mundo? El problema es
que la humanidad se ha hecho resistente. La gran mayoría de los cristianos han
dejado de actuar como agentes transmisores del evangelio y se han convertido en
vacunas contra este. Una vacuna contiene un agente similar a los microbios de
cierta enfermedad, y normalmente está hecho de formas débiles o muertas del
verdadero agente patológico. Aquellos cristianos que “parecen” cristianos pero
no lo son, aquellos cuya religión está “muerta”, no sirven para transmitir el
evangelio; sino que son como vacunas contra él. ¿Eres tú uno de ellos?
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Por Félix Cortez
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