lunes, 9 de diciembre de 2013

¡HAN VENIDO TAMBIÉN ACÁ!

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Como no los encontraron, arrastraron a Jasón 
y a algunos otros hermanos ante las autoridades de la ciudad, gritando: “¡Estos que han trastornado el mundo entero han venido también acá!”.
(Hechos 17:6).

Las epidemias han influido con fuerza sobre la conciencia y la imaginación humanas. Se estima que, en el siglo XIV (su punto más álgido fue de 1348 a 1350), la peste negra se llevó por delante entre el treinta y el sesenta por cierto de la población europea en un período de dos años. El impacto fue tan grande que la población mundial se redujo considerablemente en esos años. De hecho, Europa necesitó ciento cincuenta años para recuperarse de la pérdida de población.

Europa no fue la misma desde entonces. Las monarquías dictaron nuevas leyes económicas como resultado de la plaga. La epidemia también produjo agitación social. Por ejemplo, en agosto de 1349 las comunidades judías de Colonia y Maguncia, en Alemania, fueron completamente exterminadas porque se las culpó sin razón de la epidemia. La peste negra también afectó gravemente a la religión, la economía y la política. Consulta la Enciclopedia Británica o Wikipedia si quieres tener más información.

La gripe española, que brotó justo después de la Primera Guerra Mundial y es considerada la mayor de la historia, causó la muerte de entre cincuenta y cien millones de personas, aproximadamente, en todo el mundo. De hecho, murieron más personas por la epidemia que por el conflicto armado.

La humanidad respeta tanto el poder global de las epidemias que ha montado un impresionante sistema de alerta y defensa global. La Organización Mundial de la Salud publica un registro epidemiológico semanal con noticias del estado de las epidemias en todo el mundo. Estados Unidos tiene un sistema llamado GeoSentinel que rastrea las enfermedades infecciosas entre los viajeros. La popular lista de correo ProMED-mail envía un informe diario del estado de todas las epidemias en el mundo.

Las autoridades temen a las epidemias por su poder destructivo, pero cuando he comparado al evangelio con una epidemia, me refiero a un contagio restaurador. ¿Por qué el evangelio ha perdido poder para cambiar el mundo? El problema es que la humanidad se ha hecho resistente. La gran mayoría de los cristianos han dejado de actuar como agentes transmisores del evangelio y se han convertido en vacunas contra este. Una vacuna contiene un agente similar a los microbios de cierta enfermedad, y normalmente está hecho de formas débiles o muertas del verdadero agente patológico. Aquellos cristianos que “parecen” cristianos pero no lo son, aquellos cuya religión está “muerta”, no sirven para transmitir el evangelio; sino que son como vacunas contra él. ¿Eres tú uno de ellos?

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Por Félix Cortez

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