jueves, 19 de diciembre de 2013

EL CORDERO ES DIGNO DE ALABANZA

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Día y noche repetían sin cesar: “Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era y que es y que ha de venir” (Apocalipsis 4:8).

¿Cantan en realidad los seres vivientes día y noche, sin cesar, por toda la eternidad, “Santo, santo, santo”? ¿O es una forma de referirse a la gratitud eterna que llena sus corazones porque el Cordero de Dios pagó el alto precio de la redención?

La historia de Philip Paul Bliss puede ayudarnos a comprenderlo mejor. Fue un misionero predicador y compositor de himnos que trabajó con Dwight L. Moody en sus campañas de evangelización. En cierta ocasión, en diciembre del año 1876, Philip y su esposa Lucy dejaron a sus hijos de cuatro y un año de edad con amigos y familiares y tomaron el tren para asistir a un compromiso en el tabernáculo de Moody. Mientras el tren cruzaba el río Ashtabula en Ohio, Estados Unidos, el puente se derrumbó y el tren cayó a las heladas aguas. Philip se salvó, pero regresó al tren con el fin de buscar a su esposa, que se encontraba atrapada en un vagón incendiado. Nunca se recuperaron los cuerpos de Philip y Lucy, pero sí el baúl de Philip. Contenía el manuscrito de la letra de lo que llegó a ser un conocido himno: “I Will Sing of My Redeemer” [Cantaré de mi Redentor].

¿No es paradójico alegrarse por la muerte de Cristo en una cruz? ¿Por qué es tan extraordinario contemplar la historia del pago que realizó por nuestra salvación? ¿Cómo podría ese himno ser una fuente de consuelo para los hijos de Philip y Lucy?

Solo quien comprende la magnitud y la gravedad de su condición perdida puede apreciar y agradecer la grandeza del sacrificio de Cristo. Los cánticos del Apocalipsis (5:9-13; 7:9-17; 12:10-12) son entonados por los redimidos, aquellos que ya comprendieron la ruina de la cual Jesús los rescató. Al ver el abismo, comprenden “la cantera” de donde Cristo los rescató, según dice el profeta Isaías (51:1). Por eso la alabanza de los redimidos es perfecta y eterna. Por la misma razón, los que más comprenden su condición pecaminosa y experimentan la salvación de Cristo son expertos e incesantes en su alabanza y adoración del Cordero.

Philip Paul Bliss había dedicado su vida a la predicación del evangelio y la gloria de Cristo era lo más importante para él. Alabemos a Cristo como redimidos que han sido salvados de la muerte eterna.

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