Y todo lo que hagáis, hacedlo de
corazón,
como para el Señor y no para los hombres.
Colosenses 3:23.
Todo
individuo, desde el más humilde y desconocido hasta el mayor y más exaltado, es
un agente moral dotado de habilidades por las cuales debe dar cuenta a Dios…
El hombre y la
mujer de negocio deben hacer sus tratos de modo que glorifiquen a su Maestro por
su fidelidad. Deben llevar su religión a todo lo que hacen, y revelarles a
otros el espíritu de Cristo. Que el mecánico sea un representante diligente y
fiel de Aquel que se esforzó en las condiciones sociales más humildes de las
ciudades de Judea. Todos los que proclaman el nombre de Cristo deben obrar de
modo que otros, al ver sus buenas obras, sean llevados a glorificar a su
Creador y Redentor…
Quienes han
sido bendecidos con talentos superiores no deben despreciar el valor de los
servicios de los que tienen menos dones que ellos. El legado más pequeño sigue
siendo un legado de Dios. Con su bendición, un solo talento será duplicado por
su uso diligente, y los dos talentos empleados en el servicio de Cristo serán
aumentados a cuatro; y de esta manera el instrumento humano más humilde puede
crecer en poder y utilidad…
Somos
responsables únicamente por los talentos que Dios nos ha conferido.
El Señor no
censura al siervo que ha duplicado su talento, que ha hecho según su habilidad.
Los que demuestran así su fidelidad pueden ser felicitados recompensados;
pero quienes pierden el tiempo en la viña, los que no hacen nada, o que hacen
la obra del Señor negligentemente, manifiestan por sus acciones su actitud real
hacia la obra para la cual han sido llamados. Muestran que su corazón no está
enfocado en el servicio para el cual fueron empleados…
Nadie debe
lamentarse de que no tiene talentos mayores para emplear para el Maestro… Dé
gracias a Dios por la habilidad que tiene, y ruegue para ser capacitado a fin
de cumplir las responsabilidades que le han encomendado.
Si desea una
utilidad mayor, póngase a trabajar y adquiera aquello por lo cual se lamenta.
Vaya a trabajar con una paciencia constante, y haga lo mejor, sin preocuparse
por lo que otros hacen… No permita que sus palabras sean: “¡Oh, si tuviera una
responsabilidad mayor! ¡Oh, si yo tuviera este u otro cargo!” Cumpla su deber
donde se encuentra. Haga las mejores inversiones que pueda hacer con el don que
se le ha confiado, en el lugar preciso donde su esfuerzo contará al máximo ante
Dios - Revieiv and Herald, 26 de octubre de 1911.
Meditaciones Matutinas para adultos
"Desde el corazón"
Por Elena G. de White
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