jueves, 26 de diciembre de 2013

LOS NIÑOS "TERMITAS"

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Isaí le presentó a siete de sus hijos,
pero Samuel le dijo: “El Señor no ha escogido
a ninguno de ellos. ¿Son estos todos tus hijos?”
“Queda el más pequeño”, respondió Isaí,
“pero está cuidando el rebaño”.
“Manda a buscarlo”, insistió Samuel,
“que no podemos continuar hasta que él llegue”.
(1 Samuel 16:10,11).

Justo después de la Primera Guerra Mundial, un joven profesor de Psicología de la Universidad de Stanford inició uno de los estudios científicos sobre inteligencia más famosos de la historia. Con la ayuda de un equipo bien organizado y una cuantiosa ayuda financiera, Lewis Terman decidió efectuar pruebas de inteligencia a todos los niños de las escuelas primarias y secundarias de California con el propósito de identificar a los genios que pudiera haber entre ellos. Terman estaba convencido de que la capacidad intelectual es lo más importante de un individuo y que los genios que lograra identificar en el grupo serían los futuros líderes del país. Cuando las pruebas terminaron, Terman había calificado la inteligencia de doscientos cincuenta mil alumnos y había encontrado a mil cuatrocientos setenta niños (menos del uno por ciento del total) con un coeficiente intelectual entre 140 y 200. Todos esos niños eran genios y recibieron el apodo de “termitas”.

El tiempo, sin embargo, no le dio la razón a Lewis Terman. Cuando los “termitas” llegaron a la edad adulta se hizo evidente que la inteligencia no es lo que más importa. Algunos “termitas” escribieron libros; otros, artículos eruditos, y otros fueron empresarios de éxito, pero pocos de ellos tuvieron alguna importancia nacional y ninguno obtuvo el Premio Nobel o algún reconocimiento internacional. La mayoría estudió carreras comunes y una cantidad sorprendente de ellos experimentó el fracaso profesional. Lo más sorprendente fue, sin embargo, que el estudio había eliminado, por falta de capacidad intelectual, a William Shockley y a Luis Álvarez, que más tarde ganarían el Premio Nobel de Físíca.

El estudio de Terman ha demostrado que no se necesita ser un genio para hacer cosas grandes en la vida. Hay otras cosas que son más importantes. Te sugiero algunas: creatividad, capacidad de trabajar duro, habilidad para trabajar en equipo y tener buenas relaciones sociales, disciplina e integridad moral.

Al joven David, un simple pastor de ovejas, su padre lo puso a un lado porque quizá pensaba que no tenía mucho futuro, o porque era muy pequeño. Es posible que otros hagan lo mismo contigo, pero no te preocupes. Aprovecha las circunstancias en que te encuentras y aprende las lecciones que te servirán para hacer cosas mayores en el futuro.

Dios, que observa tu corazón, reconocerá tus esfuerzos y los recompensará.

Lecturas Devocionales para Jóvenes
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Por Félix Cortez

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