Lugar: Estados Unidos
Palabra de Dios: Oseas 10:12
Durante muchos
años, el señor Ramos había cultivado en tierras alquiladas. Había desarrollado
un buen sistema, y todo su trabajo duro y su planificación estaban rindiendo
sus frutos. Su pequeña granja había ganado reconocimiento, y otros agricultores
de la zona, a menudo, lo buscaban para pedirle consejos.
Un día, el
señor Ramos recibió una carta del dueño del campo que él alquilaba. “Lamento
informarle que no podré renovar el contrato este año. Tiene treinta días para
salir de mi campo. Gracias por su cooperación”. Averiguando un poco, el señor
Ramos se enteró de que el hijo del dueño estaba por casarse y quería el campo
para él.
El señor Ramos
se sentía un poco chasqueado. Hizo varias contraofertas, pero el dueño no
aceptaba ninguna. Los días pasaban rápidamente, y pronto sería hora de que el
señor Ramos abandonara la propiedad. “¡Esto es injusto!” pensó. “Tengo uno de los
mejores establecimientos de la zona. ¡Ya le voy a mostrar!”
El señor Ramos
juntó semillas de todo tipo de malezas y tarde, una noche, salió al campo. “Se
va a arrepentir de haberme echado”, pensó con una mueca burlona. “Espera nomás
a que estas semillas empiecen a brotar”.
A la mañana
siguiente, oyó que alguien golpeaba la puerta. Se sorprendió, y se avergonzó un
poco cuando vio que el dueño del campo lo esperaba afuera.
-Señor Ramos
-le explicó el hombre-. He cambiado de idea. Estaré feliz de renovar el
contrato de arrendamiento.
Al señor Ramos
se le cayó el alma a los pies cuando se dio cuenta de lo que había hecho. Sabía
demasiado bien que cosecharía lo que había sembrado.
Esto es lo que
dice la Biblia: ” Siembren para ustedes justicia! ¡Cosechen el fruto del amor,
y pónganse a labrar el barbecho! ¡Ya es tiempo de buscar al Señor!, hasta que
él venga y les envíe lluvias de justicia”.
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