Lugar: Indiana, EE.UU.
Palabra de Dios: 1 Timoteo 2:1
¿Por qué
profesor debería orar?” se preguntó Ely mientras caminaba hacia el aula.
Acababa de salir de la clase de Biblia, donde habían estado hablando de orar por
otros. Justo antes de que tocara el timbre, el profesor les dio una tarea.
-Quiero que
oren por uno de sus profesores -les dijo-. No solo a solas, sino que oren con
ese profesor.
Ahora,
mientras Ely pasaba frente al laboratorio de Ciencias, vio al señor Simón, su
profesor de Química, trabajando en su escritorio.
“Podría orar
con el señor Simón”, decidió. Se acercó a la puerta, pero vaciló. Se veía
ocupado. Quizá no era un buen momento.
Pero, el señor
Simón levantó la vista.
-Hola, Ely.
¿Te puedo ayudar en algo?
Un poco
avergonzada de que la hubiese visto, Ely dijo, tímidamente: -Humm… Me
preguntaba… ¿Estaría bien si oro por usted? No quiero molestarlo.
-Claro -dijo
el señor Simón alegremente, aliviando un poco la ansiedad de Ely-, Entra.
Ely le
preguntó si tenía algún pedido especial, y luego el profesor y la alumna
inclinaron la cabeza, para orar.
-Gracias, Ely
-dijo el señor Simón cuando terminaron-. Lo necesitaba.
“No fue tan
terrible”, pensó Ely cuando salió del laboratorio. “Y me parece que al señor
Simón le gustó. Quizá debería orar con algún otro de mis profesores, también”.
El apóstol
Pablo escribió: “…recomiendo, ante todo, que se hagan plegarias, oraciones,
súplicas y acciones de gracias por todos”. ¿Alguna vez preguntaste a un
profesor o maestro si podías orar por él o ella? ¿Y a tu pastor? ¿O a tus
vecinos? Quizá te sientas nervioso al principio, como Ely, pero probablemente
encontrarás que la mayoría de las personas aprecian tus oraciones.
Lectura Devocional para
Menores
En algún lugar del
Mundo
Por Helen Lee
Robinson
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