Éxodo 20:10.
Cuando Dios
creó la tierra y colocó a los seres humanos en ella, dividió el tiempo en siete
periodos. Nos dio seis para nuestro propio uso, para emplearlos en negocios
seculares, y reservó uno para él. Después de reposar en el séptimo día, lo
bendijo y lo santificó. De ahí en adelante, el séptimo día habría de ser
considerado el día de reposo del Señor, y debía ser observado sagradamente como
el memorial de su obra creadora. No se santificó ni apartó para un uso santo el
primero, el segundo, tercero, cuarto, quinto o sexto día; ni tampoco se trataba
de una séptima porción del tiempo sin una designación particular: Dios reposó
en el séptimo día…
Cuando se dio
la Ley en el Sinaí, se colocó el sábado en medio de los preceptos morales, en
el seno mismo del Decálogo. Pero, esta no era la primera vez que se había dado
a conocer la institución del sábado. El cuarto Mandamiento reconoce su origen
en la creación. El día de reposo del Creador fue venerado por Adán en el santo
Edén, y por el pueblo de Dios a través de la era patriarcal.
Durante el
largo cautiverio de Israel en Egipto, bajo amos que no conocían a Dios, no
pudieron guardar el sábado; por lo tanto, el Señor los sacó adonde pudieran
recordar su día santo…
Se obró un
milagro triple en honor del sábado, incluso antes que la Ley se diera en Sinaí.
En el sexto día caía una doble porción de maná, y la porción necesaria para el
sábado era preservada dulce y pura, mientras que la que se acumulaba en
cualquier otro momento se echaba a perder. Aquí hay una evidencia concluyente
de que el sábado fue instituido en la creación, cuando se colocó el fundamento
de la tierra, cuando las estrellas de la mañana cantaron juntas y los hijos de
Dios clamaron con gozo. Y su condición sagrada permanece sin cambios, y
permanecerá así hasta el cierre del tiempo. Desde la creación, la humanidad ha
estado obligada a cumplir todo precepto de la Ley divina, y esta ha sido
observada por los que temen al Señor. La doctrina que dice que la Ley de Dios
ha sido abolida es una de las artimañas de Satanás para lograr la ruina de la
raza…
Los oráculos
divinos fueron confiados especialmente a los judíos; no ser un israelita significaba
no pertenecer al pueblo favorecido de Dios… Ahora, el profeta declara que el
extraño que ama y obedece a Dios disfrutará de los privilegios que han
pertenecido exclusivamente al pueblo escogido - Signs of the Times, 28 de
febrero de 1884.
Meditaciones Matutinas para adultos
"Desde el corazón"
Por Elena G. de White
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