Lugar: Tailandia
Palabra de Dios: Santiago 3:7-10
Cuando estuvimos
en Tailandia, fuimos a ver un show de elefantes.
Los elefantes
entraban en filaindia, usando sus trompas para sostener la cola del elefante
que iba delante de ellos. Sus cabezas se balanceaban de un lado al otro,
mostrando sus adornos de brillantes colores. El entrenador hizo que los
elefantes se irguieran y se dieran las patas. Saludaron a la audiencia, tiraron
agua con la trompa y atraparon objetos que les tiraban. Era asombroso ver cómo
esos grandes animales hacían trucos. - Necesitamos
diez voluntarios -anunció el hombre hacia el final del show-, ¿Quién es lo
suficientemente valiente como para venir aquí, al frente, y acostarse en el
piso? Los elefantes caminarán sobre la persona sin pisarla.
De ninguna
manera me iba a ofrecer como voluntaria. ¿Puedes imaginar lo terrible que sería
que la pata del elefante terminara sobre tu estómago? ¡Son muy pesados! Pero,
mi hermano fue más valiente, o más loco, que yo y pasó al frente. Me encogí de
miedo cuando vi cómo el elefante se dirigía hacia él, pero a último momento
levantó la pata y pasó por encima de mi hermano.
Un elefante es
un animal grande como para controlar, pero la Biblia dice que es más difícil
controlar la lengua. “El ser humano sabe domar y, en efecto, ha domado toda
clase de fieras, de aves, de reptiles y de bestias marinas; pero nadie puede
domar la lengua. Es un mal irrefrenable, lleno de veneno mortal. Con la lengua
bendecimos a nuestro Señor y Padre, y con ella maldecimos a las personas,
creadas a imagen de Dios. De una misma boca salen bendición y maldición.
Hermanos míos, esto no debe ser así”.
La lengua, en
otras palabras, lo que decimos, nos puede meter en problemas. Entreguemos
nuestro hablar a Dios. Él puede ayudamos a mantener las cosas bajo control.
Lecturas Devocionales
para Menores
En algún lugar del
Mundo
Por Helen Lee
Robinson
No hay comentarios.:
Publicar un comentario