Al malvado lo atrapan sus malas
obras;
las cuerdas de su pecado lo aprisionan.
(Proverbios 5:22).
Una mañana de
primavera de 1932, un grupo de personas se había reunido en el campamento
Kearny, en San Diego, para presenciar la llegada de la aeronave de helio más grande
del mundo, el USS Akron. Esta enorme nave de casi 240 metros de largo había
sido inaugurada el año anterior y representaba el clímax de la tecnología de
aviación.
Doscientos
reclutas de la marina de los Estados Unidos esperaban listos para sujetar las
numerosas cuerdas de la aeronave y asegurarla firmemente a tierra. Cuando
finalmente llegó, tuvo problemas para estabilizarse debido a ráfagas de aíre
ascendente. Finalmente, después de cuatro intentos, la tripulación de tierra
fue capaz de sujetar las cuerdas y asegurar la trompa a tierra. Sin embargo,
una corriente de aire empezó a levantar la cola de la enorme aeronave.
La tripulación
quiso sujetarla pero sin éxito. Primero se levantó sesenta centímetros, luego
un metro, después un metro y medio. ¿Qué hacer? La tripulación era inexperta y
no comprendía la fuerza de la aeronave. Cuando alcanzó tres metros, la
tripulación se dejó caer a tierra y cayeron unos sobre otros pero sin hacerse
mayor daño. Uno de ellos esperó hasta los seis metros y se rompió un brazo en
la caída. Mientras el USS Akron se levantaba cada vez más, la multitud se dio
cuenta con horror de que tres hombres todavía permanecían aferrados a la
cuerda. Uno de ellos, el marino Edsall, se desplomó hacia la muerte desde los
cincuenta metros de altura como un saco de arena. El USS Akron seguía
elevándose. Después, la multitud horrorizada vio cómo el marino Nigel M. Henton
cayó moviéndose desesperadamente y rebotó en el suelo duro sin que se pudiera
hacer nada para salvarlo. El tercero, Charles “Bud”
Cowart, fue encontrado con vida milagrosamente dos horas después. No se sabe si
consiguió amarrarse con la cuerda o la tripulación de la nave logró rescatarlo.
Muchas veces
cometemos el error de creer que podemos controlar ciertas situaciones y nos aferramos
a ellas creyendo que finalmente las someteremos. Cuando las cosas empeoran, se
hace más difícil soltarlas porque las consecuencias son más dolorosas y
quedamos atrapados en una situación sin salida. No cometas ese error. Reconoce
desde bien temprano lo que está mal en tu vida y córtalo de raíz. Enfréntate a
una caída pequeña hoy para que mañana no tengas que arrojarte a un precipicio.
¿No crees que vale la pena?
Lecturas
Devocionales para Jóvenes
¿Sabías qué..?
Relatos y anécdotas para jóvenes
Por Félix Cortez
No hay comentarios.:
Publicar un comentario