Por tanto, pruébese cada uno a sí
mismo.
1 Corintios 11:28.
Este mundo es
una escuela de entrenamiento, y el gran propósito de la vida es obtener la
idoneidad para las gloriosas mansiones que Jesús ha ido a preparar. Recordemos
que esta obra de preparación es un trabajo individual.
No somos
salvados como grupos. La pureza y la devoción de uno no compensará la falta de
estas cualidades en otro. Cada caso debe soportar la inspección individual.
Cada uno de nosotros debe ser probado y encontrado sin mancha ni arruga ni cosa
semejante.
Vivimos en el
gran día antitípico de la expiación. Jesús se encuentra ahora en el Santuario
celestial, haciendo reconciliación por los pecados de su pueblo, y el juicio de
los muertos justos ha venido ocurriendo desde hace casi cuarenta años (escrito
en mayo 1884). No sabemos cuán pronto vendrán ajuicio los casos de los vivos
ante este tribunal; pero sí sabemos que estamos viviendo en las escenas finales
de la historia de la tierra; nos encontramos, por así decirlo, en la frontera
misma del mundo eterno. Es importante que cada uno de nosotros se pregunte:
¿Cómo estará mi caso en las cortes del cielo? ¿Serán borrados mis pecados?
¿Tengo
defectos de carácter y soy tan ciego para notarlos por las costumbres y las
opiniones del mundo, que el pecado no me parece tan ofensivo ante Dios como lo
es en realidad? Ahora no es el momento de permitir que nuestras mentes sean
absorbidas con las cosas de la tierra mientras que apenas tenemos pensamientos
ocasionales sobre Dios y nos preparamos muy poco para la tierra hacia la cual
viajamos.
En el típico
Día de la Expiación, se requería que todo el pueblo afligiera su alma ante
Dios. No habrían de afligir el alma ajena, sino que el asunto era entre Dios y
sus propias almas. La misma obra de autoexamen y humillación se requiere ahora
de cada uno de nosotros… Se desperdician en el adorno del vestido y otros
asuntos triviales que no son esenciales momentos preciosos y dorados, que
debieran gastarse en buscar el adorno interno de un espíritu manso y tranquilo…
Vivimos en un
tiempo importante y portentoso. Casi estamos en el hogar.
Pronto
irrumpirán ante nuestra vista las muchas mansiones que nuestro Salvador ha ido
a preparar… Ahora podemos tener en nuestro corazón gozo y una paz indecible y
gloriosa; y pronto, a la venida de Cristo, será nuestro el premio que se encuentra
al final de la carrera cristiana, para que lo disfrutemos por las edades
perpetuas —Signs of the Times, 29 de mayo de 1884.
Meditaciones Matutinas para adultos
"Desde el corazón"
Por Elena G. de White
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