Cristo nos libertó para que
vivamos en libertad.
Por lo tanto, manténganse firmes y no se sometan
nuevamente al yugo de esclavitud.
Gálatas 5:1
La libertad es
uno de los dones más preciados que disfrutamos los seres humanos. Todos
anhelamos ser libres y, al perseguir ese deseo, no desafiamos ni contrariamos a
Dios, pues fue él quien nos creó para ser libres. No es su deseo que seamos
esclavas de nada ni de nadie.
Las cadenas y
las prisiones son inventos humanos para coartar la libertad de los demás. La
Santa Biblia nos presenta una gran declaración: “El Espíritu del Señor está
sobre mí, por cuanto me ha ungido para anunciar buenas nuevas a los pobres. Me ha enviado
a proclamar libertad a los cautivos y dar vista a los ciegos, a poner en
libertad a los oprimidos, a pregonar el año del favor del Señor” (Lucas 4:18-19).
A pesar de
eso, cada día son miles las mujeres que renuncian a su libertad y se encadenan
de forma voluntaria. Muchas mujeres que pregonan ser libres son en realidad
esclavas de sus tendencias. Muchas otras, por estar confundidas, viven sin
sujeción a las normas divinas; una cadena difícil de romper.
La libertad no
consiste en hacer lo que una desea; más bien, es el derecho que Dios nos
concede para tomar decisiones asertivas y atinadas en diferentes aspectos de la
vida. La única norma que necesitamos acatar a fin de gozar de libertad plena,
es la que expresó el apóstol Pablo cuando dijo en su Carta a los corintios:
“Ahora bien,
el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad”
(2 Corintios 3:17).
El libre
albedrío nos garantiza nuestra libertad, mientras que el Espíritu de Dios nos
guía a emplear asertivamente dicho don. Somos libres cuando invitamos al
Espíritu Santo a tomar posesión del medio que Dios nos ha dado para gobernar.
Podemos actuar
con libertad plena, conscientes de que su presencia pondrá nuestra vida en
resguardo.
Amiga, no
tengas miedo a vivir ni a actuar. No aniquiles tus deseos de libertad
encadenándote a personas o hábitos negativos. Recuerda la Palabra de Dios y
anímate:
“Pero queda la
firme esperanza de que la creación misma ha de ser liberada de la corrupción
que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios”
(Romanos 8:20-21).
Antes de
iniciar tus actividades hoy, di con el salmista: “¡Ven pronto a mí, oh Dios! Tú
eres mi socorro y mi libertador; ¡no te demores, Señor!” (Salmo 70:5).
Meditaciones Matutinas para la mujer
“Aliento para cada día”
Por Erna Alvarado
No hay comentarios.:
Publicar un comentario