Ustedes son la sal de la tierra.
Pero si la sal se vuelve insípida,
¿cómo recobrará su sabor?
Ya no sirve para
nada,
sino para que la gente la deseche y la pisotee
(Mateo 5:13).
El tercer factor
de una epidemia es un ambiente propicio. La epidemia de cólera que se desató en
Londres en 1854 solo pudo haber sucedido en un lugar como la Londres de aquella
época. El censo de 1851 había concluido que ahí vivían 2,4 millones de
personas.
Pero no tenía
sistema de alcantarillado. Además, con la población humana convivía una
cantidad enorme de ganado y animales domésticos.
¿Te imaginas
una ciudad con esa cantidad de gente y animales sin alcantarillado? La fetidez
de la ciudad era realmente insoportable. Mucha de la basura y los desechos
humanos y de los animales iba a dar al río Támesis. Numerosas casas tenían
fosas sépticas abiertas en el patio trasero o en el sótano, con unos cuantos
ladrillos a manera de puentes para pasar a pie.
En aquel
tiempo, en Londres, cerca de cien mil personas hurgaban entre la basura para
rescatar cosas de valor. Las pocas cloacas estaban totalmente congestionadas.
El gas metano que se producía naturalmente por la podredumbre explotaba de vez
en cuando sin previo aviso, e incineraba a algún infortunado recolector.
Londres se ahogaba literalmente en sus propios desechos. No es difícil imaginar
por qué en las grandes ciudades las epidemias eran tan frecuentes.
El ambiente en
que brota una epidemia es muy importante. A veces pensamos que la sociedad
actual provee un contexto adverso para el evangelio, pero no es verdad. Es un
terreno estéril para nuestra manera de anunciar el evangelio. La realidad es
que conforme avanza el tiempo, el evangelio se hace cada vez más relevante con
respecto a las necesidades humanas más fundamentales. Nuestra sociedad se
destruye por la violencia y la inseguridad.
Necesita al
mismo Jesús que nos dejó la paz que el mundo no puede dar, al Jesús que detuvo
la espada de Pedro y restauró la oreja de Maleo. La realidad de nuestras
familias es cada vez más triste. La sociedad necesita al mismo Jesús que en las
bodas de Caná transformó el agua en vino.
Las
circunstancias son en realidad favorables para un nuevo despertar religioso y
me parece que ya está sucediendo. El texto de hoy dice que tenemos que ser como
la sal que se mezcla con los alimentos y les da sabor. Nosotros debemos
involucrarnos con la sociedad y contribuir con el sabor del evangelio para su
bienestar. ¿Ya comenzaste a actuar?
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Por Félix Cortez
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