viernes, 13 de diciembre de 2013

UN CONTEXTO PROPICIO

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Ustedes son la sal de la tierra.
Pero si la sal se vuelve insípida,
¿cómo recobrará su sabor?
Ya no sirve para nada,
sino para que la gente la deseche y la pisotee
(Mateo 5:13).

El tercer factor de una epidemia es un ambiente propicio. La epidemia de cólera que se desató en Londres en 1854 solo pudo haber sucedido en un lugar como la Londres de aquella época. El censo de 1851 había concluido que ahí vivían 2,4 millones de personas.

Pero no tenía sistema de alcantarillado. Además, con la población humana convivía una cantidad enorme de ganado y animales domésticos.

¿Te imaginas una ciudad con esa cantidad de gente y animales sin alcantarillado? La fetidez de la ciudad era realmente insoportable. Mucha de la basura y los desechos humanos y de los animales iba a dar al río Támesis. Numerosas casas tenían fosas sépticas abiertas en el patio trasero o en el sótano, con unos cuantos ladrillos a manera de puentes para pasar a pie.

En aquel tiempo, en Londres, cerca de cien mil personas hurgaban entre la basura para rescatar cosas de valor. Las pocas cloacas estaban totalmente congestionadas. El gas metano que se producía naturalmente por la podredumbre explotaba de vez en cuando sin previo aviso, e incineraba a algún infortunado recolector. Londres se ahogaba literalmente en sus propios desechos. No es difícil imaginar por qué en las grandes ciudades las epidemias eran tan frecuentes.

El ambiente en que brota una epidemia es muy importante. A veces pensamos que la sociedad actual provee un contexto adverso para el evangelio, pero no es verdad. Es un terreno estéril para nuestra manera de anunciar el evangelio. La realidad es que conforme avanza el tiempo, el evangelio se hace cada vez más relevante con respecto a las necesidades humanas más fundamentales. Nuestra sociedad se destruye por la violencia y la inseguridad.

Necesita al mismo Jesús que nos dejó la paz que el mundo no puede dar, al Jesús que detuvo la espada de Pedro y restauró la oreja de Maleo. La realidad de nuestras familias es cada vez más triste. La sociedad necesita al mismo Jesús que en las bodas de Caná transformó el agua en vino.

Las circunstancias son en realidad favorables para un nuevo despertar religioso y me parece que ya está sucediendo. El texto de hoy dice que tenemos que ser como la sal que se mezcla con los alimentos y les da sabor. Nosotros debemos involucrarnos con la sociedad y contribuir con el sabor del evangelio para su bienestar. ¿Ya comenzaste a actuar?

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Por Félix Cortez

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