No te dejaré, si no me bendices.
Génesis 32:26.
Se requiere un
trabajo ferviente para que tengamos la fuerza de Dios para resistir al enemigo
cuando este venga como una inundación. Debemos agonizar para someter el yo;
porque la relajación del individuo y la indulgencia propia son los pecados más
engañosos, que embotan la conciencia y ciegan el entendimiento… Necesitamos el
deseo ferviente de la viuda inoportuna y la mujer sirofenicia; una
determinación que no será rehusada.
Muchos, muchísimos,
están cometiendo un error fatal al desatender esta lección de la providencia de
Dios. Solo a través del conflicto pueden asegurarse la paz y el descanso. Las
potencias de la luz y las tinieblas están en orden de batalla, y debemos
participar en la lucha como individuos. Jacob luchó toda la noche con Dios
antes de ganar la victoria. Cuando luchó con Dios en oración, sintió una mano
fuerte sobre él, y pensando que era la mano de un enemigo, empleó toda su
fuerza para resistirlo. Luchó durante varias horas, pero no ganó ventaja alguna
sobre su Oponente; y no se atrevía a relajar sus esfuerzos por un solo
instante, para evitar ser vencido y perder la vida…. Entonces el Extraño dio
fin al conflicto. Tocó el muslo de Jacob, y la fuerza del luchador quedó paralizada.
En ese momento
es que Jacob aprendió quién era, en realidad su Oponente y, tullido y lloroso,
aferrándose de su cuello, rogó por su vida.
El Ángel pudo
haberse soltado fácilmente del agarre de Jacob, pero no lo hizo. “Déjame -le
pidió—, porque raya el alba”. Pero la respuesta de un Jacob sufriente pero
firme fue: “No te dejaré, si no me bendices” (Génesis 32:26). Las lágrimas y las
oraciones del suplicante le ganaron lo que había intentado en vano obtener por
medio de la lucha. “¿Cuál es tu nombre?” le preguntó el ángel. “Y él respondió:
Jacob. Y el varón le dijo: No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel; porque
has luchado con Dios y con los hombres, y has vencido… Y lo bendijo allí”
(vers. 27-29)…
Se requiere
resolución, negación propia y un esfuerzo consagrado para la obra de la
preparación… Solo podemos vencer y ganar el Reino del cielo por un esfuerzo
ferviente y determinado, y fe en los méritos de Cristo. Nuestra oportunidad
para obrar es corta. Cristo está presto para venir por segunda vez — Youth’s
Instructor, 24 de mayo de 1900.
Meditaciones Matutinas para adultos
"Desde el corazón"
Por Elena G. de White
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