Toda la ley se resume en un solo
mandamiento:
“Ama a tu prójimo como a ti mismo”.
Pero si siguen mordiéndose y
devorándose,
tengan cuidado, no sea que acaben
por destruirse unos a otros.
Gálatas 5:14-15
Cuando un
hombre y una mujer se unen en matrimonio, lo hacen pensando que han encontrado
a la persona idónea con la que compartir el resto de sus vidas. Después de
casados, sin embargo, se descubren puntos de divergencia, y aquella
compatibilidad que creían haber encontrado puede irse desvaneciendo gradualmente
con el paso del tiempo. Quizá nos demos cuenta de que necesitamos conciliar y
acoplar nuestras ideas respecto a asuntos a los que no habíamos prestado
suficiente atención en el momento más indicado, que es durante el noviazgo. En
ese proceso podríamos convertimos en compañeros, o en contrincantes.
Los esposos
que actúan como compañeros tomarán la decisión de apoyarse mutuamente, basados
en ese mismo amor que los llevó a unirse en matrimonio.
Ellos buscarán
siempre un punto de acuerdo, protegerán su relación sin recriminarse ni
acusarse, sin importar las dificultades que se presenten. Serán sensibles a las
necesidades individuales del otro y procurarán ser tolerantes. Se mostrarán
flexibles y utilizarán el diálogo sincero para llegar a acuerdos, buscando
siempre que su relación se fortalezca.
Por otro lado,
cuando asumimos la posición de contrincantes, aflorará una serie de aspectos
negativos de la personalidad de ambos. Quizá se llegue a pensar que el
matrimonio fue un error. Se culpará al otro, confinándolo al silencio, o por el
contrario se lo someterá a un ataque de gritos y amenazas. Las expresiones de
cariño, la ternura y la pasión por el otro, desaparecerán. La lucha puede
llegar a ser cruel y nociva, al punto de que se termine por despreciar a la
persona que una vez fue amada.
Amiga, Dios
desea que tu esposo sea tu compañero para toda la vida. No olvides que él está
a tu lado porque lo elegiste voluntariamente. Te uniste a él para permanecer
juntos hasta que la muerte los separe. No veas a tu compañero como un
contrincante.
Si en tu
matrimonio hay diferencias utiliza como armas la dulzura y la ternura que son
propias de la mujer. El corazón más duro y la voluntad más terca, pueden ser
ablandados mediante el poder del amor. Cristo puede devolverles la
compatibilidad, y hacer que el compromiso matrimonial sea renovado y
fortalecido. Lucha junto a tu esposo por conservar la salud de tu matrimonio.
Esta es la única lucha que tiene sentido.
Meditaciones Matutinas para la mujer
“Aliento para cada día”
Por Erna Alvarado
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