Al orgullo le sigue la
destrucción;
a la altanería, el fracaso.
Vale más humillarse con los oprimidos
que compartir el botín con los orgullosos.
Proverbios 16:18-19
Una de las
tantas definiciones de la palabra “liderazgo” expresa que es “el conjunto de
capacidades que una persona tiene para influir en un grupo determinado,
haciendo que el mismo trabaje con entusiasmo en el logro de metas y objetivos”.
Muchos,
erróneamente creen que estar en una posición de liderazgo les permite ejercer
el poder para dominar a los demás. Pero, muy al contrario, ser líder nos coloca
más bien en una posición de servicio, desde donde podremos utilizar nuestras
herramientas de trabajo que incluyen la persuasión, así como una influencia
positiva.
Las madres y
esposas ejercemos en la familia un liderazgo compartido con el esposo y padre.
La familia está constituida por un grupo de personas unidas no tan solo por
lazos de sangre, sino también por vínculos afectivos, y su propósito principal
es eventualmente formar parte de la gran familia de Dios.
El ejercicio
de este liderazgo descarta la represión y la intransigencia. Por el contrario,
la bondad, la simpatía y la sensibilidad son algunos de los recursos más
eficaces para guiar a una familia. Las madres que emplean órdenes arbitrarias y
una autoridad punitiva pretendiendo conducir a su familia al reino de Dios,
cometen un gran error y han de cambiar de metodología.
En el pasado
muchas damas bien intencionadas arruinaron el carácter de sus hijos al asumir
una actitud parecida. Apenas les permitían levantar la cabeza y contestar con
un “sí” o un “no” a sus interpelaciones. De esa forma se le negaba al niño el
derecho a ser escuchado y tomado en cuenta, algo que iba en detrimento de su
condición de hijo de Dios. Era muy probable que ese mismo niño desarrollara
sentimientos de inseguridad, así como una baja autoestima al llegar a la edad
adulta.
Las madres que
desean agradar a Dios y criar hijos para el cielo, deben practicar el dominio
propio, la tolerancia y la rectitud, así como ejercer una autoridad basada en
el amor. Este es el trato que nuestro Padre nos brinda a nosotras.
Madre, revisa
hoy la autoridad que ejerces en tu hogar. Si encuentras algo que necesita ser
cambiado, Dios te ayudará a lograrlo y tu familia lo agradecerá.
Meditaciones Matutinas para la mujer
“Aliento para cada día”
Por Erna Alvarado
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