sábado, 21 de diciembre de 2013

HAY MÁS DICHA EN DAR QUE RECIBIR

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Si reparto entre los pobres todo lo que poseo,
y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso.
(1 Corintios 13:3).

¿El que da es realmente más feliz que el que recibe? Nuestra dificultad para entender esta aseveración de Jesús radica en el hecho de que la naturaleza humana tiende hacia la dirección opuesta. El ser humano es ambicioso; tenga mucho o poco. Esta tendencia por conseguir y obtener revela una característica esencial de la humanidad: el sentido profundo de que algo nos falta, carecemos de algo, no estamos completos.

Algunos acumulan objetos; otros, relaciones, logros o títulos, porque muy dentro de nosotros sentimos una carencia de seguridad, afecto, realización o autoestima. Pareciera que una ley del espíritu impide que haya vacíos en nuestra vida. Hay que llenar todo espacio de algún modo.

¿Dónde empezó todo esto? En el Edén. La serpiente logró convencer a Eva de que algo le faltaba, que le habían quitado o negado algo, que necesitaba llenar ese vacío. Pero era ficticio. No necesitaba el “conocimiento del bien y del mal”; de hecho, estaba mejor sin él.

Finalmente sucedió lo que Eva no quería. La obtención del conocimiento del bien y del mal le produjo un vacío, una ruptura, puesto que se perdió la relación con Dios y el derecho al árbol de la vida. Desde entonces los seres humanos intentamos colmar esos espacios vacíos.

El décimo mandamiento pone el dedo en la llaga: “No codicies” (Éxodo 20:17). Ataca la esencia de nuestras carencias como seres humanos, la codicia. El apóstol Pablo expresó lo mismo en términos diferentes: “Raíz de todos los males es el amor al dinero” (1 Timoteo 6:10).

Podrías decirme: “Ya entendí, lo que quieres decir es que tenemos que dar para llenar nuestra vida de significado”. Bueno, la verdad es que eso no siempre sirve. La Biblia también dice que podemos dar todo lo que tenemos a los pobres y de todas maneras sentirnos miserables, además de quedar pobres (1 Corintios 13:3).

Lo que Jesús quiso decir no es que demos para ser felices, sino que demos porque somos felices. La generosidad es una expresión de riqueza, de plenitud, de suficiencia. “Solo da quien tiene”. Cuando Cristo ha llenado tu vida y te ha dado salvación, entonces puedes dar y ser feliz. ¿Te alegra dar o compartes solamente lo que te sobra?

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