Jesús recorría todos los pueblos
y aldeas enseñando
en las sinagogas, anunciando las buenas nuevas del reino,
y
sanando toda enfermedad y toda dolencia.
Al ver a las multitudes, tuvo
compasión de ellas,
porque estaban agobiadas y desamparadas,
como ovejas sin
pastor.
Mateo 9:35-36
Diana Spencer,
la ya desaparecida princesa de Gales, dijo en cierta ocasión: “Tengo el corazón
en un puño”. Se refería sin duda a la compasión que la sobrecogía cuando
visitaba lugares en los que la pobreza y la miseria afectaban a la población,
especialmente a los niños.
La compasión
es un impulso humano que nos lleva a hacer cosas a favor de los demás y a ser
capaces de sufrir con ellos. Es la capacidad de consolar y dar esperanza de
vida al que cree que todo se ha terminado para él o para ella. Cuando somos
capaces de sentir compasión por los demás, nos desprendemos de nuestro egoísmo
personal y nos volvemos más sensibles.
La verdadera
compasión es activa, no pasiva. Se mueve, actúa y procura el bienestar de los
demás. Cuando la convertimos en algo propio, nuestra vida se ennoblece y
nuestro orgullo se va haciendo cada vez más pequeño. De esta forma aprendemos a
vivir en armonía con los demás y comprendemos que es imposible vivir aislados
del mundo.
El compasivo
Maestro de Galilea se conmovía ante el dolor humano, y eso lo llevaba a hacer
obras de bien a favor de los sufrientes. En las Sagradas Escrituras leemos:
“Cuando Jesús desembarcó y vio a tanta gente, tuvo compasión de ellos y sanó a
los que estaban enfermos” (Mateo 14:14). En otra ocasión, Jesús dijo: “Siento
compasión de esta gente porque ya llevan tres días conmigo y no tienen nada que
comer. No quiero despedirlos sin comer, no sea que se desmayen por el camino” (Mateo 15:32).
Gracias a aquella actitud compasiva miles de personas fueron alimentadas con la
merienda de un niño (Mateo 14).
Pidamos al
Señor que hoy nos dé un corazón compasivo y tierno. Dios desea consolar al
mundo, y puede utilizarnos a nosotras como instrumentos de consuelo y sanidad.
Tiende tu mano compasiva al que sufre. Consuela al que está en medio del dolor
y tórnate en esperanza viva para los que han perdido su esperanza. A la vez
recibirás de parte de Dios su misericordia y compasión.
Meditaciones Matutinas para la mujer
“Aliento para cada día”
Por Erna Alvarado
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