miércoles, 18 de diciembre de 2013

APROVECHA TODAS LAS OPORTUNIDADES

Portada Jovenes
Les digo que se valgan de las riquezas
mundanas para ganar amigos,
a fin de que cuando estas se acaben haya
quienes los reciban a ustedes en las viviendas eternas.
(Lucas 16:9).

¿Te parece confuso el texto de hoy? Pues lee el siguiente relato árabe y luego lo entenderás.

Un visir había servido a su amo durante unos treinta años y era reconocido y admirado por su lealtad, sinceridad y devoción a Dios. Esa sinceridad, sin embargo, le había ganado en la corte muchos enemigos que difundieron falsas historias sobre su “ambigüedad” y “perfidia”. Día y noche llenaron los oídos del sultán, hasta que él también comenzó a dudar del inocente visir y al final condenó a muerte al hombre que le había servido fielmente durante tantos años. En aquel lugar era costumbre que los condenados a muerte fueran atados de pies y manos y arrojados al corral en el cual estaban encerrados los más feroces perros de caza del sultán, que de inmediato se abalanzarían sobre la víctima y la desgarrarían.

Sin embargo, antes de ser arrojado a los perros, el visir pidió que se le concediera un último deseo: “Me gustaría que me diesen diez días de gracia, para que pueda pagar mis deudas, cobrar lo que me deben, devolver los objetos cuya guarda se me encomendó, distribuir mis bienes entre mis familiares y designar un tutor para mis hijos”. Después de asegurarse de que el visir no escaparía, el sultán concedió su pedido. El visir corrió a su casa, recogió cien monedas de oro y fue a visitar a quien cuidaba los perros del rey. Le ofreció las monedas de oro y le dijo: “Déjame cuidar a los perros durante diez días”. El hombre aceptó y durante los siguientes diez días el visir cuidó de los perros con suma atención, limpiándolos, cepillándolos y alimentándolos muy bien. Al final los perros comían de su mano.

Transcurridos los diez días el visir fue llamado, se repitieron los cargos, lo ataron de pies y manos y lo arrojaron a los perros. Para asombro del sultán, los perros corrieron a lamerle las manos y los hombros. Le habían perdonado la vida. El sultán también le perdonó la vida por su sagacidad. Aprovechó la única oportunidad que tenía para salvarse.

Aunque no podemos aplaudir los medios que el visir usó para salvarse, sí debemos reconocer su habilidad para echar mano de las oportunidades que tuvo a su alcance. Como dice el Comentario bíblico adventista, al hablar de la parábola del mayordomo infiel: “La verdad a la cual dirige la atención es que deberíamos aprovechar las oportunidades presentes para asegurar nuestro bienestar eterno”.

¿Aprovechas todas tus oportunidades presentes para obtener tu salvación eterna?

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