jueves, 5 de diciembre de 2013

SOY TU SERVIDOR Y VASALLO

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Acaz envió entonces mensajeros a Tiglat Piléser, 
rey de Asiría, con este mensaje: 
“Ya que soy tu servidor y vasallo, ven y líbrame 
del poder del rey de Siria y del rey de Israel, 
que se han puesto en mi contra” 
(2 Reyes 16:7).

Durante su ministerio, a Isaías le tocó ser testigo de la invasión de Judá por Asiria y de la destrucción de Israel y su capital Samaría, pero su fe en Dios nunca vaciló. Asiria podía ser un imperio muy poderoso y cruel, pero el profeta había visto el poder del Señor en el templo.

En contraste con la fe de Isaías estaba la debilidad de Acaz. Cuando se vio amenazado por las maquinaciones de los reyes de Siria y de Israel, envió a pedir ayuda a Tiglat Piléser, rey de Asirla, diciéndole: “Ya que soy tu servidor y vasallo [literalmente, 'hijo'] ven y líbrame” (2 Reyes 16:7).

No comprenderemos esta terrible acción hasta que la veamos en el contexto bíblico. En la teología bíblica, los reyes hijos de David eran considerados hijos y siervos de Dios en virtud del pacto que él había hecho con David (lee 2 Samuel 7:14). Esto quiere decir que el Señor les garantizaba su protección. Acaz, sin embargo, no tuvo fe en Dios y prefirió hacerse “hijo” y “siervo” del rey de Asiría. Eran términos significativos en el lenguaje diplomático de aquel tiempo. Acaz se hacía literalmente un súbdito de Tiglat Piléser y rechazaba, por falta de fe, la promesa divina de protección. El rompimiento del pacto con Dios fue caro para Judá. Desde ese momento en adelante, hasta el fin de la dinastía, los reyes davídicos pagaron tributo a poderes extranjeros.

¿Por qué hizo eso Acaz? Porque no comprendía la grandeza de Dios. Se había deslumbrado con el poder de los Asiríos y el de sus enemigos, pero sin dedicar tiempo a conocer la grandeza y el poder de Dios. No estaba preparado para enfrentar las amenazas del enemigo porque no sabía quién era su Señor.

El pueblo de Dios volverá a enfrentarse a una crisis similar. Apocalipsis dice que los habitantes de la tierra dirán en el tiempo del fin: “¿Quién como la bestia? ¿Quién puede combatirla?” (Apocalipsis 13:4). Pero olvidarán que la verdadera pregunta será: ¿Quién como el Cordero? “¿Quién podrá mantenerse en pie?” (Apocalipsis 6:15-17).

Aquellos que hayan aprendido a vivir en la presencia de Dios no se dejarán intimidar por poderes extraños. Al contrario, sabrán que Dios es más poderoso y pueden confiar en él.


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