Acaz envió entonces mensajeros a
Tiglat Piléser,
rey de Asiría, con este mensaje:
“Ya que soy tu servidor y
vasallo, ven y líbrame
del poder del rey de Siria y del rey de Israel,
que se
han puesto en mi contra”
(2 Reyes 16:7).
Durante su
ministerio, a Isaías le tocó ser testigo de la invasión de Judá por Asiria y de
la destrucción de Israel y su capital Samaría, pero su fe en Dios nunca vaciló.
Asiria podía ser un imperio muy poderoso y cruel, pero el profeta había visto
el poder del Señor en el templo.
En contraste
con la fe de Isaías estaba la debilidad de Acaz. Cuando se vio amenazado por
las maquinaciones de los reyes de Siria y de Israel, envió a pedir ayuda a
Tiglat Piléser, rey de Asirla, diciéndole: “Ya que soy tu servidor y vasallo
[literalmente, 'hijo'] ven y líbrame” (2 Reyes 16:7).
No
comprenderemos esta terrible acción hasta que la veamos en el contexto bíblico.
En la teología bíblica, los reyes hijos de David eran considerados hijos y
siervos de Dios en virtud del pacto que él había hecho con David (lee 2 Samuel 7:14). Esto quiere decir que el Señor les garantizaba su protección. Acaz, sin
embargo, no tuvo fe en Dios y prefirió hacerse “hijo” y “siervo” del rey de
Asiría. Eran términos significativos en el lenguaje diplomático de aquel
tiempo. Acaz se hacía literalmente un súbdito de Tiglat Piléser y rechazaba,
por falta de fe, la promesa divina de protección. El rompimiento del pacto con
Dios fue caro para Judá. Desde ese momento en adelante, hasta el fin de la
dinastía, los reyes davídicos pagaron tributo a poderes extranjeros.
¿Por qué hizo
eso Acaz? Porque no comprendía la grandeza de Dios. Se había deslumbrado con el
poder de los Asiríos y el de sus enemigos, pero sin dedicar tiempo a conocer la
grandeza y el poder de Dios. No estaba preparado para enfrentar las amenazas
del enemigo porque no sabía quién era su Señor.
El pueblo de
Dios volverá a enfrentarse a una crisis similar. Apocalipsis dice que los
habitantes de la tierra dirán en el tiempo del fin: “¿Quién como la bestia?
¿Quién puede combatirla?” (Apocalipsis 13:4). Pero olvidarán que la verdadera
pregunta será: ¿Quién como el Cordero? “¿Quién podrá mantenerse en pie?” (Apocalipsis 6:15-17).
Aquellos que
hayan aprendido a vivir en la presencia de Dios no se dejarán intimidar por
poderes extraños. Al contrario, sabrán que Dios es más poderoso y pueden
confiar en él.
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