Estoy convencido de esto:
el que
comenzó tan buena obra en ustedes
la irá perfeccionando hasta el día de Cristo
Jesús.
Filipenses 1:6
Mucha gente
cree que ser cristiano equivale a ser perfecto. Bajo ese supuesto, algunas nos
volvemos rígidas e intransigentes, especialmente con nosotras mismas. Llegamos
a creer que nuestro estado emocional y espiritual siempre debe estar en un
punto máximo; y cuando esto no sucede, llegamos a pensar que le estamos
fallando a Dios.
El
perfeccionismo es una treta satánica para separarnos de Dios, y hacernos creer
que llegar a ser cristianos es imposible, pues es imposible ser perfecto.
Cuando
abrigamos esos pensamientos nos volvemos presas del desánimo. Podríamos llegar
a la conclusión de que vivir en Cristo y para Cristo es una obligación; que sus
parámetros son demasiado elevados y que no importa todo el esfuerzo que
hagamos, siempre vamos a estar lejos del ideal. El perfeccionismo espiritual es
algo que probablemente nos impide disfrutar de una relación íntima con el
Señor, algo que debería ser nuestro mayor y más importante anhelo.
Cuando pienso
en esto, creo imaginar las emociones que embargaban a Elías cuando, después de
una gran victoria, tuvo que enfrentar un panorama totalmente hostil: huir para
salvar su vida, precisamente por haber actuado en nombre del Señor. Presa del
cansancio y de la depresión, perdió la compostura en el camino.
“Llegó adonde
había un arbusto, y se sentó a su sombra con ganas de morirse. ‘¡Estoy harto,
Señor! -protestó -. Quítame la vida, pues no soy mejor que mis antepasados’ ”
(1 Reyes 19:4).
El
perfeccionismo pretende decirnos que un cristiano o una cristiana fiel jamás
cometerá errores, que no se dejará llevar por las emociones negativas, y que
frente a las pruebas permanecerá siempre seguro de sí mismo. Pero lo cierto es
que no depende de nosotros, sino que es el poder que proviene de Dios el que
nos fortalece para vivir como sus hijos fieles. Es su amor el que nos atrae
hacia él, es su gracia la que nos levanta una y otra vez cuando caemos.
Amiga, no
busques el perfeccionismo espiritual. Más bien busca a Cristo y desarrolla una
estrecha relación de amistad con él. Recuerda que delante de Dios no se te
valora por lo que haces. Él, en su misericordia, conoce las intenciones y las
tendencias de tu corazón, y te fortalecerá hoy y siempre.
Meditaciones Matutinas para la mujer
“Aliento para cada día”
Por Erna Alvarado
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