domingo, 8 de diciembre de 2013

¡VE Y CAMBIA AL MUNDO!

Portada Jovenes
Vayan y hagan discípulos de todas las naciones,
bautizándolos en el nombre del Padre 
y del Hijo y del Espíritu Santo,
enseñándoles a obedecer todo lo que les he mandado 
a ustedes. Y les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo.
(Mateo 28:19,20).

Hace años existía en la Ciudad de México, cerca de la intersección entre la avenida Insurgentes y el Eje 7 Sur, una venta de bocadillos que se llamaba “El capricho”. Nos gustaba ir allí. Los bocadillos eran de tamaño descomunal. Yo diría colosales, quizá arrogantes… Además, deliciosos. El problema es que, una vez que te servían el bocadillo en el plato, era difícil darle el primer mordisco. Sencillamente, la boca es muy pequeña. ¿Por dónde empezar?

¿No te parece que la petición que Dios nos hace de predicar el evangelio en todo el mundo está más allá de nuestra capacidad? Es una tarea colosal, enorme, desmedida, gigantesca.

Consulté el reloj de población mundial el 9 de noviembre de 2011 a las 11:46 de la mañana y éramos un total de 7.001.870.040 habitantes. Pero el reloj avanza muy rápidamente.

Solo en el tiempo que te lleva leer esta página habrán nacido alrededor de 1.500 personas más. Muchos sitios en Internet llevan la cuenta de la población mundial; uno que puedes consultar es www.worldometers.info/world-population. La población aumenta a un ritmo mayor del que podemos evangelizar, pero Dios es poderoso y prometió estar con nosotros hasta el final, así que cumplir la orden es factible. Pero ¿cómo? ¿Por dónde podemos empezar a cumplir con esa colosal misión?

Permíteme sugerirte que necesitamos una “pandemia” del evangelio. El virus debe ser especialmente agresivo y altamente contagioso para que pueda “infectar” a la población mundial. Las pandemias son potentes. El 18 de marzo de 2009 se identificó por primera vez en la Ciudad de México el estallido de una epidemia de gripe que luego se transformaría en pandemia. Al virus se le dio el nombre de (H1N1). Su avance fue tan rápido que pocos días después, el gobierno, literalmente, detuvo la actividad del país con la esperanza de contenerlo.

El impacto fue enorme. En las escuelas se suspendieron las clases durante dos semanas.

No hubo reuniones masivas. Los equipos de fútbol mexicanos jugaron los partidos correspondientes a esa semana en estadios totalmente vacíos. El impacto económico de la epidemia obligó al país a solicitar crédito por cuarenta y siete mil millones de dólares.

¿Te imaginas cómo se transformaría nuestra sociedad si nos “infectara” el “virus” del evangelio? ¿Qué cosas crees que pasarían? ¿No piensas que sería magnífico? De paso, ¿qué sucedería si el virus del evangelio afectara tu vida?

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Por Félix Cortez

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