Lugar: Nueva
Jersey, EE.UU.
Palabra de Dios: Mateo 10:31
No
me di cuenta de que habían dejado salir de la jaula a una de las cacatúas; de
otra manera, no hubiese abierto la puerta del frente de su casita. Pero, eso
fue lo que hice, y Perla salió volando. Tan pronto como oí el aleteo, me di
cuenta de mi error, pero ya era demasiado tarde. Perla había desaparecido.
Mis
amigos salieron corriendo detrás del ave, estirando el cuello para ver cómo su
mascota volaba en círculos más arriba. La llamaron, le silbaron e intentaron
todo lo que se les ocurrió, con tal de hacer que el pájaro bajara. Hasta oí
algunos lloriqueos y vi algunas lágrimas.
Pero,
Perla los ignoró y se alejó cada vez más de su casa. ¿Se daba cuenta ella de lo
que abandonaba? ¿Sabía de las dificultades que tenía por delante? ¿No sabía que
nadie cuidaría de ella allá afuera?
Mientras
observaba la conmoción aquella tarde, tomé conciencia, de alguna manera, de lo
que Dios debe sufrir cada vez que decidimos alejamos de él. El Señor no nos
obliga a volver, porque nos dio libertad para elegir. Pero, corre detrás de
nosotros, nos llama, nos espera, y cuando elegimos ignorar su llamado de amor,
derrama lágrimas por nosotros.
Me
alegra que esta historia no terminara aquí, porque me sentí muy mal por ser la
responsable de que la cacatúa huyera. Unos pocos días más tarde, Perla aterrizó
en la casa de alguien, a un kilómetro y medio de distancia. La gente que vivía
allí sabía adonde pertenecía, y pronto llevaron el pájaro de regreso a su
hogar, seguro y a salvo.
Espero
que no seamos tan tontos de huir de Dios. Pero, si cometemos un error, podemos
estar seguros de que él nunca dejará de amamos. Él quiere que volvamos a casa.
Jesús dijo: “Así que no tengan miedo; ustedes valen más que muchos gorriones”.
Lecturas Devocionales
para Menores 2013
En algún lugar del
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Por Helen Lee Robinson
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