He
pecado esta vez; Jehová es justo, y yo y mi pueblo impíos. Éxodo 9:27.
“Mi pueblo habitará en morada de paz, en
habitaciones seguras, y en recreos de reposo” (Isa. 32:18). La única seguridad
genuina para las naciones y los individuos radica en ser obedientes a la voz de
Dios, y en estar siempre del lado de la verdad y la justicia. Faraón ahora se
humilló y dijo: “He pecado esta vez; Jehová es justo, y yo y mi pueblo impíos”
(Éxodo 9:27). Les rogó a los siervos de Dios que intercedieran con él, para que
cesaran los terribles truenos y relámpagos.
Moisés sabía que no había terminado la
lucha, porque conocía el funcionamiento del corazón humano que se endurece en
rebeldía arrogante contra Dios. Las confesiones y las promesas de Faraón no
fueron hechas porque hubiera cambio alguno en su mente o su corazón; sino que
en ese momento el terror y la angustia lo impulsaron a ceder en su controversia
con Dios. A pesar de esto, Moisés prometió concederle su pedido como si su
confesión fuese genuina y su arrepentimiento sincero, porque no le daría otra
oportunidad para una exhibición futura de terquedad...
Al salir de la ciudad, “extendió sus manos a
Jehová, y cesaron los truenos y el granizo, y la lluvia no cayó más sobre la
tierra” (Éxodo 9:33). Pero tan pronto como cesaron las exhibiciones portentosas
del poder divino, el corazón del rey regresó a su testarudez y rebelión.
El Señor estaba manifestando su poder para
afirmar la fe de Israel en él como único Dios verdadero y viviente. Daría
inequívocas pruebas de la diferencia que hacía entre ellos y los egipcios.
Haría que todas las naciones supiesen que aunque los hebreos habían sido
cargados con arduas labores y habían sido despreciados, él los había escogido
como su pueblo peculiar y obraría para libertarlos de una manera maravillosa.
Por causa de su larga asociación con los
egipcios y el contemplar continuamente el imponente culto a los ídolos, la idea
hebrea de un Dios genuino y viviente se había degradado... Vieron a los
egipcios idólatras que disfrutaban de una prosperidad abundante, en tanto que
ellos eran continuamente acusados de que su Dios los había abandonado. Pero
ahora –por medio de obras poderosas– el Señor enseñaría a su pueblo acerca de
su carácter y autoridad divinas y les mostraría la total impotencia de los
dioses falsos – Signs of the Times, 18 de marzo de 1880; ver texto similar en
Patriarcas y profetas, pp. 275, 276.
Tomado de Meditaciones Matutinas para
adultos 2013
"Desde el corazón"
Por Elena G. de White
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