Por tanto, imiten a Dios, como hijos muy
amados, y lleven una vida de amor, así como Cristo nos amó y se entregó por
nosotros como ofrenda y sacrificio fragante para Dios. Efesios 5:1-2
La
fortaleza de una iglesia se mide por la de las familias que la forman. Cuando
el evangelio de Cristo es una experiencia viva en el seno de una familia, todos
sus miembros son portadores de las mejores dádivas del cielo. En su diario
caminar son un testimonio vivo del poder del evangelio, y un apoyo sustentador
que ayuda a la iglesia a cumplir con su misión redentora y salvífica en
beneficio de los pecadores.
Las
familias unidas a Cristo, en cuyo seno las virtudes de Dios se cultivan y
expresan, constituyen el mejor sermón que el mundo que no conoce a Jesús puede
escuchar. Las madres y los hijos, los esposos y las esposas cristianos que
siguen las instrucciones de Dios para la familia, formarán núcleos fuertes y
comprometidos.
Las
esposas que sin temor ni prejuicios permanecen sumisas a sus esposos, como lo
pide el Señor, alimentarán en el corazón de ellos un sentido de valor personal,
favoreciendo así una convivencia saludable en las relaciones entre hombres y
mujeres dondequiera que se encuentren. Los esposos que aman a sus esposas como
a sus mismos cuerpos y mantienen su voto de fidelidad, siembran alegría en el
corazón de sus cónyuges alentando en ellas una disposición natural que las
llevará a aceptar el liderazgo de los varones con humildad y sin recelos.
Los
hijos que obedecen a los padres recibirán por recompensa una vida abundante de
acuerdo a la promesa del Señor: “Honra a tu padre y a tu madre -que es el
primer mandamiento con promesa- para que te vaya bien y disfrutes de una larga
vida en la tierra” (Efesios 6:2-3). Los padres que corrigen a sus hijos sin
causarles enojo, y les presentan una imagen de autoridad amorosa, ganarán a sus
vástagos para el Reino de los cielos.
Dios
establece y organiza a la familia para nuestro bienestar y felicidad aquí en la
tierra; y también para prepararnos para que formemos parte de la gran familia
de Dios. Muy pronto, cuando el Señor venga, las familias terrenales serán
reunidas y convocadas a un festín en el Reino de los cielos que nunca tendrá
fin.
Querida
hermana, ¡prepárate junto a los tuyos para ese gran encuentro!
Tomado de Meditaciones
Matutinas para la mujer
“Aliento para cada día”
Por Erna Alvarado
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