jueves, 11 de julio de 2013

ARMANDO EL ROMPECABEZAS DE LA VIDA


Desde el cielo Dios contempla a los mortales, para ver si hay alguien que sea sensato y busque a Dios. Salmo 53:2

¿Has intentado alguna vez ordenar las piezas de un rompecabezas? Sin duda el momento más emocionante es cuando tomas la última y te das cuenta de que encaja perfectamente en el único espacio que queda vacío, mostrándote el cuadro completo. Ese acto representa un premio a tu laboriosidad y dedicación.
Por el contrario, nada más frustrante que no encontrar la última pieza cuando todas las demás están perfectamente acomodadas. La belleza de un cuadro o de una imagen queda reducida a un hueco que no sabemos cómo ni con qué llenar.
Me gustaría comparar la obra de la vida con un rompecabezas de varios miles de piezas que vas colocando día a día, a lo largo de los años. Algunas de las piezas se pueden colocar en forma casi automática, prácticamente sin titubear; no obstante, otras se irán acomodando con el tiempo, a través del ensayo y del error.
El rompecabezas de la vida es diferente para cada persona. El único aspecto común a todos es el anhelo de ver la obra terminada, para así disfrutarla a plenitud.
Lamentablemente, ese es un placer que no todos pueden disfrutar, si es que la pieza más importante está perdida.
Amiga mía, Dios debe ocupar el lugar principal en la obra de tu vida; él es esa “pieza única” que da sentido y significado a todo lo que dices y haces. Es lo que hace que tus planes prosperen, lo que te impulsa a lograr tus objetivos. Si la dejas fuera quedará un hueco en tu vida que nada ni nadie podrá ocupar, pues “el corazón humano genera muchos proyectos, pero al final prevalecen los designios del Señor” (Proverbios 19:21).
No dejes que la obra de arte que es tu vida quede inconclusa. Si la pieza más importante para que llegues a ser una mujer satisfecha y realizada está perdida, entonces búscala y colócala en el centro de tu corazón. Cuando lo hayas hecho podrás exclamar: “Me has dado a conocer la senda de la vida; me llenarás de alegría en tu presencia, y de dicha eterna a tu derecha” (Salmos 16:11).

Tomado de Meditaciones Matutinas para la mujer
“Aliento para cada día”

Por Erna Alvarado

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