Cuando venga el Espíritu Santo sobre
ustedes, recibirán poder y serán mis testigos tanto en Jerusalén como en toda
Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra. Hechos 1:8.
Tom
Cicoria tenía 42 años de edad, era cirujano ortopédico y le gustaba hacer
deporte.
Una
tarde, mientras asistía a una reunión familiar, se encontraba al aire libre
junto al lago. El día era agradable, pero observaba unas nubes de tormenta a lo
lejos. Fue a una caseta de teléfono cercana para llamar a su madre. En
MusicofiHa, Oliver Sacks expresa su testimonio: “Hablaba con mi madre por
teléfono. Llovía un poco, se oyó un trueno a lo lejos. Mi madre colgó. El
teléfono se encontraba a un paso de mí cuando [un rayo] me alcanzó.
Recuerdo
el destello de luz que salió del teléfono. Me golpeó el rostro. Lo siguiente
que recuerdo es que volaba hacia atrás”. Cuando volvió en sí, una mujer le
practicaba técnicas de reanimación.
El
accidente tuvo secuelas que todavía nos dejan perplejos. De repente, Cicoria
sintió el deseo insaciable de escuchar música de piano. Lo único que escuchaba
era rock, pero ahora estaba obsesionado con el piano. Compró música y se
enamoró especialmente de un disco de Vladimir Ashkenazi en el que toca sus
piezas preferidas de Chopin. Entonces sintió el deseo de tocar el piano y
empezó a tomar lecciones. Después, durante un sueño, comenzó a escuchar música
en su cabeza. Cuando despertó seguía escuchándola y se levantó para anotar la
melodía, aunque nunca había escrito música. Se levantaba muchas veces a las
cuatro de la mañana para tocar hasta que se iba al trabajo. Cuando regresaba, tocaba
hasta que se iba a dormir. Cicoria todavía toca el piano y escribe música.
¿No
te gustaría que te cayera un rayo para que te empezaran a gustar las cosas que
agradan a Dios? Imagínalo. Un rayo para que dejes de comer mucha sal, o mucha
azúcar, o sencillamente demasiado. ¿Qué te parece un rayo que borre de tu mente
los pensamientos oscuros y sombríos o que te ayude amar a tus enemigos? ¿No
sería fantástico?
¿Sabes?
En cierta manera eso sí puede ocurrir. Cuando los discípulos oraron a Dios en
el aposento alto pidiendo poder, el Espíritu Santo bajó como un rayo de fuego
sobre sus cabezas.
Los
discípulos fueron transformados. Se amaban unos a otros y tenían todas las
cosas en común. Eran una comunidad ideal. Dios quiere darnos su Espíritu para
lograr lo mismo en nosotros. Pídele esta mañana el poder transformador del
Espíritu Santo.
Lecturas
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