Porque
así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados. 1
Corintios 15:22.
“Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y
entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le
herirás en el calcañar” (Génesis 3:15). Este fue el primer sermón evangélico
predicado a los pecadores; esta promesa era la estrella de esperanza que
iluminaba el futuro oscuro y nefasto de la raza. Adán recibió gustosamente la
deseada certeza de la liberación y diligentemente instruyó a sus hijos en el
camino del Señor. Esta promesa fue presentada en conexión íntima con el altar
de las ofrendas del sacrificio. El altar y la promesa permanecen uno al lado
del otro, y el uno arroja claros rayos de luz sobre la otra, mostrando que la
justicia de un Dios ofendido solo puede ser mitigada por la muerte de su amado
Hijo...
Abel escuchó estas lecciones preciosas y
fueron para él como semilla sembrada en buen terreno. Caín también las escuchó.
Tuvo los mismos privilegios que su hermano, pero él no los tomó en cuenta. Se
atrevió a ir contra los mandamientos de Dios, y el resultado se nos presenta
claramente. Caín no fue víctima de un propósito arbitrario; no se eligió a uno
para ser el escogido de Dios y al otro para ser rechazado. Todo el asunto
radica en hacer o no hacer lo que Dios ha dicho.
Caín y Abel representan dos clases de personas
que existirán en el mundo hasta el fin del tiempo; y este simbolismo merece ser
estudiado cuidadosamente. Hay una diferencia marcada en el carácter de estos
dos hermanos, y puede verse la misma diferencia en la familia humana de hoy.
Caín representa a los que ejercen los principios y las obras de Satanás, al
adorar a Dios a su propia manera. Como el líder que siguen, están dispuestos a
rendir una obediencia parcial, pero no a someterse enteramente a Dios...
La clase de adoradores que sigue el ejemplo
de Caín abarca la mayor parte del mundo, pues casi todas las religiones falsas
se basan en el mismo principio, a saber, que el hombre puede depender de sus
propios esfuerzos para salvarse...
La religión de Cristo es para que los
hombres y las mujeres la acepten con todas sus inconveniencias. Pueden
inventarse un camino más fácil, pero no los conducirá a la ciudad de Dios, la
morada segura de los santos. Solo los que “guardan sus mandamientos” tendrán
acceso al “árbol de la vida”, y entrarán por las puertas de la ciudad”
–Patriarcas y profetas, p. 60; parcialmente en Signs of the Times, 23 de
diciembre de 1886.de julio 1996.
Tomado de Meditaciones Matutinas para
adultos 2013
"Desde el Corazón"
Por Elena G. de White
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