Llegó Pablo a Derbe y después a Listra, donde se encontró con un discípulo llamado Timoteo [...]. Los hermanos en Listra y en Iconio hablaban bien de Timoteo, así que Pablo decidió llevárselo. Hechos 16:1-3
Uno
de los deberes sagrados de los siervos de Dios es buscar nuevos obreros y
nuevos líderes para la obra de Dios. Es lo que hizo Pablo cuando eligió a
Timoteo para que fuese su “compañero de milicia”.
Tim
Crosby, en Vestiduras de gracia, narra el relato de Clemente de Alejandría
sobre un notable Incidente. Esta emocionante historia también aparece en la
Historia Eclesiástica de Eusebio.
Después
de la muerte del emperador Domiciano, el que enviara a Juan a la isla de
Patmos, se permitió al apóstol que regresara a Éfeso. Desde aquel lugar viajó a
varias comarcas con el fin de nombrar obispos y ordenar a nuevos ministros.
En
una ciudad cercana observó a un joven físicamente sano y de fuerte
personalidad.
Dijo
al obispo: “Encomiendo a este joven bajo tu cuidado, en presencia de la iglesia
y teniendo a Cristo como testigo”. Cuando el obispo aceptó la encomienda, Juan
regresó a Éfeso. El obispo llevó a aquel joven a su casa, lo educó, lo amó y,
finalmente, lo bautizó.
Elena
de White declara: “Cuando se convertían hombres promisorios y capaces como en
el caso de Timoteo, procuraban Pablo y Bernabé presentarles vividamente la
necesidad de trabajar en la viña del Señor. Y cuando los apóstoles se iban a
otra ciudad, la fe de esos conversos no disminuía, sino que se acrecentaba.
Habían sido instruidos fielmente en el camino del Señor y enseñados a trabajar
abnegada, fervorosa y perseverantemente por la salvación de sus prójimos. Esta
solícita educación de los neófitos era un importante factor del notable éxito
que obtuvieron Pablo y Bernabé al predicar el evangelio en tierras paganas”
(Los hechos de los apóstoles, p. 151,152).
Cuando
Pablo regresó a Listra durante su segundo viaje misionero, se encontró con
Timoteo “en cuya mente la impresión hecha entonces se había ahondado con el
correr del tiempo hasta convencerlo de que era su deber entregarse plenamente a
la obra del ministerio”, según comenta más adelante (p. 165).
Pablo
llegó a amar a Timoteo como a su hijo en la fe. Qué tremenda obra realizaron,
unidos por el amor de Cristo, por el amor a su causa y el amor fraternal.
¿Alguna
vez has tenido la impresión de que deberías dedicarte al servicio de Dios?
Escucha con atención, porque ese llamamiento llega de diversas formas. ¿Qué
pasó con el joven de Éfeso? Piensa primero en ti. A él lo veremos después.
Lecturas
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