¿Acaso no oirá el que nos puso las orejas,
ni podrá ver el que nos formó los ojos? ¿Y no habrá de castigar el que corrige
a las naciones e instruye en el saber a todo el mundo? El Señor conoce los
pensamientos del humano, y sabe que son absurdos. Salmo 94:9-11
Cuando
charlaba con una amiga respecto a un viaje que ella había realizado a Europa,
quedé impresionada al escuchar la cantidad de peripecias y contratiempos que
enfrentó. En ningún momento escuché la palabra “disfrutar”, menos “gozar”,
“gustar”, “aprender”, “conocer”. Una emocionante aventura, desde mi punto de
vista, se había transformado para ella en una pesadilla. Le incomodó el clima,
por lo que no pudo disfrutar de una nevada. No pudo conciliar el sueño, pues
tenía que cambiar con frecuencia de alojamiento. El idioma fue otro obstáculo
que le impidió conocer a otras personas. Y las largas horas de espera en los
aeropuertos “agriaron” su estado de ánimo.
Cuando
pienso en todo esto, no me cabe la menor duda de que cada quien vive como
desea. Permíteme comparar nuestra mente con el disco duro de una computadora.
En
él almacenamos lo que nos viene en gana, aunque no siempre guardamos allí todo
lo que necesitamos. Algo parecido es lo que hacemos con la mente. Por medio de
nuestros sentidos seleccionamos las impresiones que deseamos registrar.
Imágenes,
sonidos, olores y toques que finalmente darán forma a alguna vivencia que se
almacenará en el subconsciente y que podremos guardar en uno de dos tipos de
archivos, uno positivo, otro negativo. Es nuestra decisión.
Amiga,
actúa en forma inteligente al interpretar la realidad que te rodea. Dios te ha
dado potestad sobre tu mente. Todas las experiencias te pueden proveer
bienestar. Aprende a desarrollar la habilidad de disfrutar de las pequeñas y
grandes bendiciones que Dios te da todos los días, y que a veces tienden a
pasar desapercibidas.
Deja
en el olvido los malos momentos y llénate de buenas impresiones. Te ayudarán a
generar sensaciones gratas y placenteras dondequiera que te encuentres, como te
encuentres y con quien te encuentres.
La
promesa divina para ti es: “La paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento,
cuidará sus corazones y sus pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4:7).
Tomado de Meditaciones Matutinas para la
mujer
“Aliento para cada día”
Por Erna Alvarado
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