Así que mi Dios les proveerá de todo lo que necesiten, conforme a las
gloriosas riquezas que tiene en Cristo Jesús. Filipenses 4:19
Cuando
leemos las palabras que Jesucristo nos dice: “Pidan, y se les dará”, creo que
no pensamos en la magnitud de dicha declaración. Nuestra mente es limitada y
apenas podemos entender que Dios satisfará medianamente nuestras necesidades
materiales y espirituales básicas. Sin embargo, lo que está más allá de nuestro
entendimiento, lo que no podemos entender a cabalidad, es que Dios quiera
hacernos partícipes de todos los tesoros del cielo y de la tierra.
La
visión que tenemos de los dominios del Señor es pobre y escasa. Quizá ni
siquiera podamos imaginar los bienes perecederos que podríamos obtener en esta
tierra, muchísimo menos creer que las riquezas eternas de Dios también están a
nuestra disposición. “Así que no se afanen por lo que han de comer o beber;
dejen de atormentarse. El mundo pagano anda tras todas estas cosas, pero el
Padre sabe que ustedes las necesitan. Ustedes, por el contrario, busquen el
reino de Dios, y estas cosas les serán añadidas” (Lúcas 12:29-31).
Muchos
consideran que pueden disponer a su antojo de los bienes que Dios les ha
concedido. La actitud que nosotras asumamos respecto a los bienes terrenales es
parte de la preparación que nos permitirá ser partícipes de las riquezas
celestiales.
Si
nuestra vida aquí se caracteriza por el despilfarro y el derroche de lo poco o
mucho que tenemos; si somos egoístas y mezquinas con los pobres y desamparados;
si escatimamos compartir nuestros bienes para que la obra de Dios en esta
tierra termine; indudablemente no estaremos preparadas para ser herederas de
las riquezas celestiales.
Por
el contrario, si un espíritu de dadivosidad nos mueve a compartir lo que
tenemos con los pobres; si con generosidad proveemos para el avance de la obra
de Dios en esta tierra, y usamos responsablemente los bienes materiales que
Dios nos ha dado por su gracia y misericordia, estaremos preparadas para
administrar las bodegas celestiales.
Amiga,
revisa tu bolso antes de salir, y proponte usar con responsabilidad los
recursos que Dios ha puesto en tus manos. Su consejo respecto a las posesiones
terrenales es: “Las riquezas no son eternas ni la fortuna está siempre segura”
(Proverbios 27:24)
Tomado de Meditaciones Matutinas para la
mujer
“Aliento para cada día”
Por Erna Alvarado
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