Jehová dijo a Moisés: Extiende
tu mano hacia el cielo, para que haya tinieblas sobre la tierra de Egipto,
tanto que cualquiera las palpe.
Éxodo 10:21.
El pueblo egipcio estaba a punto de
desesperarse. Las plagas que ya habían sufrido parecían casi insoportables, y
estaban llenos de pánico por temor del futuro. La nación había adorado a Faraón
como representante de su dios, pero ahora muchos estaban convencidos de que él
se estaba oponiendo a Uno que mantenía a todas las naciones bajo su control. De
repente una oscuridad se asentó sobre la tierra, tan densa y negra que parecía
que se podía palpar. No solo quedó la gente privada de luz, sino también la
atmósfera se puso muy pesada, de manera tal que era difícil respirar... más
todos los hijos de Israel tenían luz en sus habitaciones...
Los esclavos judíos continuamente eran los
favorecidos por Dios, y se estaban volviendo confiados en que serían liberados.
Los capataces no se atrevían a ejercer la crueldad que habían manifestado
antes, temiendo que la vasta multitud hebrea se rebelara y se vengara del abuso
ya sufrido.
Esta terrible oscuridad duró tres días, y
durante este tiempo no se pudieron continuar los ajetreos cotidianos. Este era
el plan de Dios. Les daría tiempo para reflexionar y arrepentirse, antes de
enviarles la última y más terrible de las plagas: la muerte de los
primogénitos. Quitaría todo lo que desviara su atención y les daría tiempo para
meditar, concediéndoles así nueva evidencia de su compasión y su reticencia a
destruir.
Al final del tercer día de tinieblas, Faraón
llamó a Moisés y le dijo: “Id, servid a Jehová; solamente queden vuestras
ovejas y vuestras vacas; vayan también vuestros niños con vosotros”. La
respuesta fue: “Tú también nos darás sacrificios y holocaustos que sacrifiquemos
para Jehová nuestro Dios. Nuestros ganados irán también con nosotros; no
quedará ni una pezuña; porque de ellos hemos de tomar para servir a Jehová
nuestro Dios, y no sabemos con qué hemos de servir a Jehová hasta que lleguemos
allá” (Éxodo 10:24-26).
El rey se mostró severo y firme. “Retírate
de mí –clamó–; guárdate que no veas más mi rostro, porque en cualquier día que
vieres mi rostro, morirás”. La respuesta de Moisés fue: “Bien has dicho; no
veré más tu rostro” (vers. 28, 29) – Signs of the Times, 18 de marzo de 1880;
ver un texto similar en Patriarcas y profetas, pp. 277, 278.
Tomado de Meditaciones Matutinas para
adultos 2013
"Desde el corazón"
Por Elena G. de White
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