Puse en el Señor toda mi esperanza; él se
inclinó hacia mí y escuchó mi clamor. Me sacó de la fosa de la muerte, del lodo
y del pantano; puso mis pies sobre una roca, y me plantó en terreno firme.
Salmo 40:1-2
La
autocompasión consiste en sentir lástima por uno o una misma, y es el resultado
de una baja autoestima. La persona que se autocompadece se considera víctima de
las circunstancias y del medio que la rodea. Una persona así se siente acechada
y cree que todos quieren sacar provecho a su costa, y esto la hace sufrir
intensamente.
La
autocompasión es también una excusa para no asumir responsabilidades ni hacer
compromisos. Quien la adopta se muestra ante los demás como alguien débil y sin
recursos, lo que la lleva a vivir a expensas de decisiones ajenas.
John
William Gardner, que ocupó varios cargos político importantes en los Estados
Unidos, habló de la autocompasión de la siguiente manera: “Sentir lástima de uno mismo es uno de los narcóticos más destructivos.
Es adictivo, da placer únicamente en el momento, y aleja a la persona de la
realidad”.
El
que siente compasión de sí mismo cuenta su vida por las derrotas, los errores,
los traumas, y es incapaz de ver las cosas buenas que la vida le ha dado. Esta
es una condición paralizadora que infunde temor.
Las
desgarradoras palabras del salmista nos llevan a pensar que en su vida hubo rachas
de autocompasión: “Pero yo, gusano soy y no hombre; la gente se burla de mí, el
pueblo me desprecia. Cuantos me ven, se ríen de mí” (Salmo 21:6).
Afortunadamente
él buscó y encontró en Dios la mejor terapia. No permitió que la autocompasión
se convirtiera en el eje de su vida, por eso es que David más tarde pudo decir:
“Te exaltaré, Señor, porque me levantaste” (Salmo 30:1).
Nosotras,
como hijas de Dios, estamos expuestas a situaciones adversas en un mundo
complicado. A pesar de ello, Dios desea que vivamos en plenitud, esperando la
vida venidera que será eterna y sin las consecuencias de la maldad y el pecado.
Recuerda
que Dios te creó para volar como las mariposas y las aves, y no para que te
sientas como un vil insecto. Agradece por la vida, espera cosas buenas de este
día y mírate como lo que eres, una hija de Dios.
Tomado de Meditaciones Matutinas para la
mujer
“Aliento para cada día”
Por Erna Alvarado
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