Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré
descanso. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, pues yo soy apacible y humilde
de corazón, y encontrarán descanso para su alma. Porque mi yugo es suave y mi
carga es liviana. Mateo 11:28-30
El
descanso está catalogado como una de las necesidades básicas del ser humano.
No
así el ocio, que puede ser una de las peores armas que se vuelven contra
nosotros. Alguien que vive en la ociosidad no posee el elemento motivador que
conduce al cumplimiento de metas. Es un hecho que una vida sin metas carecerá
de sentido y, aquel que vive de ese modo, se mantendrá como un simple
observador del avance de los demás mientras oscila entre sentimientos de
impotencia y hastío.
El
descanso ideal es aquel que surge de una jornada de trabajo productivo.
Provee
al obrero la reparación de las capacidades físicas, mentales y espirituales.
Le
provoca una grata sensación del deber cumplido, dando como resultado una vida
plena y satisfactoria.
Nuestro
Dios, quien nos dio el trabajo como una fuente de bendiciones, hizo provisión
para el descanso del trabajador desde el principio de los tiempos. Con ese
propósito estableció dos períodos especiales. Ellos son la noche, y el sábado.
Únicamente
los seres humanos, así como algunos animales nocturnos, son los que dan la nota
discordante en esta maravillosa sinfonía. Hemos hecho de las noches días, y de
los días noches, distorsionando los propósitos divinos.
El
Señor dijo: “Trabaja seis días, y haz en ellos todo lo que tengas que hacer,
pero el día séptimo será un día de reposo para honrar al Señor tu Dios” (Éxo.
20:9-10). Dios apartó el sábado con la única intención de encontrarse con
nosotros y proveernos paz interior, alimento para nuestra fe y, sobre todo,
satisfacción al espíritu fatigado y cargado.
Amiga,
recoge tu espíritu al llegar la noche y descansa en el Señor. El sueño del
trabajador es dulce y reparador. Al mismo tiempo, cuando el santo sábado se
acerca, llénate de alegría, pon fin a tus faenas terrenales y prepara tu cuerpo
y tu mente para entrar en armonía con el Creador. No permitas que una actitud
irreverente interrumpa el refrigerio espiritual que Dios tiene preparado para
ti y para tu familia.
Tomado de Meditaciones Matutinas para la
mujer
“Aliento para cada día”
Por Erna Alvarado
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