Tú
dirás todas las cosas que yo te mande, y Aarón tu hermano hablará a Faraón, para
que deje ir de su tierra a los hijos de Israel.
Éxodo 7:2.
El Señor indicó a Moisés que volviera ante
el pueblo y le repitiera la promesa de la liberación, con nuevas garantías del
favor divino. Hizo lo que se le mandó, pero el pueblo no estuvo dispuesto a
recibirlo: sus corazones estaban llenos de amargura, todavía restallaba el
látigo en sus oídos, el clamor de angustia y de dolor ahogaba todo otro sonido,
y no querían oír. Moisés bajó su cabeza en humillación y frustración, y
nuevamente escuchó la voz de Dios: “Entra y habla Faraón rey de Egipto, que deje ir de su tierra
a los hijos de Israel” (Éxodo 6:11).
Se le dijo que el monarca no cedería hasta
que Dios visitara con sus juicios a Egipto y sacara a Israel mediante una
señalada manifestación de su poder...
Les mostraría, por medio de su siervo
Moisés, que el Hacedor del cielo y la tierra es el Dios viviente y
todopoderoso, sobre todo otro dios; que su fuerza es superior a la del más
fuerte; que su omnipotencia podía sacar a su pueblo con mano fuerte y brazo
extendido...
Obedientes al mandato de Dios, Moisés y
Aarón entraron nuevamente en los señoriales salones del rey de Egipto. Allí,
rodeados de altas columnas ricamente esculpidas y la belleza de ricas
tapicerías y adornos de plata, oro y piedras preciosas, ante el monarca del
reino más poderoso de aquel entonces, estaban de pie los dos representantes de
la raza despreciada, uno con una vara en la mano, llegados una vez más para
declarar su pedido de que dejara ir a su pueblo.
El rey exigió un milagro. Moisés y Aarón
habían sido instruidos acerca de cómo proceder en caso de que se hiciese tal
demanda, de manera que Aarón tomó la vara y la arrojó al suelo ante Faraón.
Esta se convirtió en serpiente. El monarca hizo llamar a sus “sabios y
hechiceros”, y “echó cada uno su vara, las cuales se volvieron culebras: mas la
vara de Aarón devoró las varas de ellos” (Éxodo 7:11, 12)...
Los magos no
convirtieron sus varas en verdaderas serpientes; ayudados por el gran
engañador, produjeron esa apariencia mediante la magia, para copiar la obra de
Dios...
Así, la obra de Dios se manifestó superior a
la de Satanás – Signs of the Times, 11 de marzo de 1880.
Tomado de Meditaciones Matutinas para
adultos 2013
"Desde el corazón"
Por Elena G. de White
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