Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios
lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho
pueblo. Génesis 50:20.
Para
la mayoría de sus hijos, Jacob predijo un futuro próspero. En el caso de José,
expresó palabras de elocuencia y buena fortuna. “Rama fructífera es José, rama
fructífera junto a una fuente, cuyos vástagos se extienden sobre el muro. Le
causaron amargura, le asaetearon, y le aborrecieron los arqueros; mas su arco
se mantuvo poderoso, y los brazos de sus manos se fortalecieron por las manos
del Fuerte de Jacob” (Génesis 49:22-24)…
La
vida de José ilustra la vida de Cristo. Los hermanos de José se propusieron
matarlo, pero finalmente se contentaron con venderlo como esclavo, para impedir
que llegase a ser superior a ellos. Pensaron que lo habían colocado donde ya no
los molestaría más con sus sueños, y que habían eliminado toda posibilidad de
que estos se cumplieran. Pero su proceder fue contrarrestado por Dios, y él lo
hizo servir para cumplir el mismo acontecimiento que trataban de impedir: que
él ejerciera dominio sobre ellos.
José
caminó con Dios. Y cuando fue a prisión y sufrió por causa de su inocencia, lo
soportó mansamente y sin murmuración. Su control propio, su paciencia en la
adversidad y su fidelidad invariable han sido registrados para el beneficio de
todos los que habían de vivir de ahí en adelante sobre la tierra…
La
vida de Jesús, el Salvador del mundo, es un patrón de benevolencia, bondad y
santidad. Sin embargo, él fue odiado e insultado, burlado y menospreciado, por
ninguna razón aparte de que su vida justa era un reproche constante contra el
pecado. Sus enemigos no iban a sentirse satisfechos hasta que fuera entregado
en sus manos, para someterlo a una muerte vergonzosa.
El
murió por la raza culpable, y entretanto sufría la tortura más cruel, perdonó
mansamente a sus asesinos. Resucitó de los muertos, ascendió a su Padre y
recibió todo poder y autoridad, y regresó a la tierra nuevamente para
impartirlas a sus discípulos. Les dio “dones a los hombres” (Efe. 4:8). Y él ha
recibido en su favor y perdonado ampliamente a todos los que han venido a él
arrepentidos, confesando sus pecados. Y si permanecen fieles a él, él los
exaltará ante su Trono y los hará sus herederos de la herencia que él ha
comprado con su propia sangre - Signs of the Times, 5 de febrero de 1880.
Tomado de Meditaciones Matutinas para
adultos 2013
"Desde el corazón"
Por Elena G. de White
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