A uno le dio cinco mil monedas de oro, a
otro dos mil y a otro solo mil, a cada uno según su capacidad. Luego se fue de
viaje (Mateo 25:15).
Corrían
los primeros años del siglo XX. Srinivasa Ramanujan trabajaba en la oficina del
puerto marítimo de Madrás, en la India. Sus deseos de superarse lo impulsaron a
matricularse en una institución de educación media superior, pero le fue mal en
todas las materias. Sin embargo, tenía un talento matemático extraordinario a
pesar de no haber recibido educación formal en esa materia. De hecho, Ramanujan
no solo tenía un talento extraordinario para las matemáticas, sino también
estaba obsesionado con ellas.
Aprovechaba
el tiempo para escribir ecuaciones matemáticas pero, debido a que era muy
pobre, lo hacía en sobres que recogía de la basura.
Antes
de cumplir veintidós años descubrió nuevos teoremas. Ramanujan envió sus sobres
con teoremas escritos a mano a varios teóricos en otras partes del mundo,
incluyendo a H. Hardy de Cambridge, Inglaterra. Cuando Hardy los recibió les
echó un vistazo y, pensando que Ramanujan estaba loco, se fue a jugar al tenis.
Las fórmulas que había visto, sin embargo, no lo dejaron en paz y decidió
volver a echarles un vistazo. En esta ocasión no solamente las revisó, sino
también evaluó su validez, y se dio cuenta de que Ramanujan era probablemente
un genio matemático de gran calibre. Con el tiempo, Ramanujan fue invitado a
trabajar en Cambridge, donde sus contribuciones sobrepasaron en originalidad e
importancia a las de sus mentores.
Esta
historia es interesante porque, fuera de las matemáticas, Ramanujan no era una
persona brillante. Si te hubieras sentado a comer con él, es posible que no
hubieras detectado el fulgor de su genio.
Es
posible que tú también te hayas sentido como Ramanujan. Si te analizas con
detenimiento, te darás cuenta de que tú también tienes por lo menos un talento
que Dios te ha dado. Él te dotó con, por lo menos, una habilidad. Recuerda, la
parábola de los talentos dice que todos los siervos, que nos representan a
nosotros como siervos de Dios, recibieron por lo menos uno. Si utilizas ese
talento con fidelidad. Dios no solo te dará éxito sino también su aprobación.
Procura descubrir tus talentos y utilizarlos para la causa de Dios.
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