Toma ahora tu hijo, tu único,
Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto
sobre uno de los montes que yo te diré. (Génesis 22:2)
Abraham tenía 120 años de edad cuando le
llegó esta orden terrible y sorprendente, en una visión de la noche. Habría de
viajar durante tres días y tendría bastante tiempo para reflexionar. Cincuenta
años antes, ante el mandato divino, había dejado a su padre y a su madre,
parientes y amigos, y se había convertido en un peregrino y extranjero en una
tierra extraña. Había obedecido el mandato de Dios de enviar a su hijo Ismael a
vagar por el desierto. Su alma estaba doblegada por el dolor de esta separación,
y su fe fue probada duramente. Pero se sometió porque Dios así lo requirió...
Abraham fue tentado a creer que, en definitiva,
se trataba de un engaño. Herido por el dolor, se inclinó ante Dios y oró como
nunca antes por una confirmación de esta extraña orden; si habría de cumplir
este deber, necesitaba mayor luz. Recordó a los ángeles enviados para
comunicarle el plan de Dios de destruir a Sodoma, y a los que le trajeron la
promesa de que iba a tener este hijo, Isaac...
Finalmente despertó a Isaac suavemente, y le
informó que Dios le había ordenado que ofreciera un sacrificio sobre una
montaña distante, y que él debía acompañarlo. Llamó a sus siervos e hizo todos
los preparativos para el largo viaje. Si hubiese podido descargar sus
preocupaciones con Sara y juntos soportar el sufrimiento y la responsabilidad,
le hubiera traído algo de alivio; pero decidió que esto no era buena idea,
porque el corazón de Sara estaba atado al de su hijo, y le hubiera creado un
obstáculo. Salió en su viaje, y Satanás iba a su lado para sugerirle
incredulidad e imposibilidad...
Comienza la jornada del tercer día. Abraham
levanta su vista hacia las montañas, y sobre una de ellas ve la señal
prometida. Mira detenidamente, y he aquí una nube brillante que sobrevolaba la
cima del Monte Moriah...
Todavía se encuentra a gran distancia de la
montaña, pero quita la carga de los hombros de sus sirvientes y les pide que
queden atrás, mientras coloca la madera sobre los hombros de su hijo, y él
mismo lleva el cuchillo y el fuego – Signs of the Times, 1° de abril de 1875.
Tomado de Meditaciones Matutinas para
adultos 2013
"Desde el corazón"
Por Elena G. de White
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