Puse en el Señor toda mi esperanza; él se inclinó hacia mí y escuchó mi
clamor.
Salmo 40:1
Seguramente
más de una vez hemos sido invitadas a poner todos nuestros problemas en las
manos Dios. Es posible que muchas hayamos tenido la intención de hacerlo, pero
terminamos atadas a nuestras cuitas, sin conseguir despojarnos de ellas de
manera eficaz.
Cuando
alguien desea poner su vida y sus problemas al cuidado de Dios, debe, como
primera condición, tomar la decisión de colocar su voluntad a un lado y dejar
que Dios actúe como soberano en su vida y en sus problemas.
La
segunda condición consiste en aprender a vivir en el tiempo de Dios. Un tiempo
que se mide en forma diferente al nuestro. Muchas veces nos apresuramos y nos
adelantamos al Señor, y eso impide que se haga efectiva la solución que él
tiene preparada para nosotras.
Deponer
nuestras cargas significa no darle sugerencias a Dios respecto de la manera en
que deseamos que él se manifieste en nuestra vida y en nuestros problemas.
Implica
dejar nuestras soluciones a un lado con el fin de permitir que Dios actúe a favor
nuestro. Las exigencias que tenemos, muchas veces lo que hacen es poner un
freno al gran poder de Dios. Debemos aceptar que “Dios es demasiado sabio para
equivocarse y demasiado bueno para negar un bien a los que andan en integridad”
(El camino a Cristo, cap. 11, p. 143). ¡Confiemos en él!
Por
último, nos resta ejercer una fe inquebrantable, aunque las condiciones del
entorno estén en contra de nuestras expectativas. “Por la fe Abraham, cuando
fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibirla como herencia, obedeció
y salió sin saber a dónde iba” (Hebreos 11:8).
Caminar por
fe, sin ver, sin conocer los resultados finales, pero con la convicción de que
serán los mejores; eso es verdaderamente dejar nuestros problemas en las manos
de Dios.
Amiga,
esta mañana Dios te invita a descansar de tus cargas. Dobla tus rodillas ante
su majestad y, con el rostro inclinado, coloca a sus pies todas tus cargas.
“Pero
tú, espera en el Señor, y vive según su voluntad, que él te exaltará para que
heredes la tierra. Cuando los malvados sean destruidos, tú lo verás con tus
propios ojos” (Salmo 36:34).
Tomado de Meditaciones Matutinas para la
mujer
“Aliento para cada día”
Por Erna Alvarado
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