Dichoso aquel a quien se le perdonan sus transgresiones, a quien se le
borran sus pecados. Salmo 32:1.
Perdonar
a otros es un proceso semejante al de sanar. ¿Alguna vez te has lastimado
gravemente? La curación fue un proceso que tomó bastante tiempo, ¿verdad? Yo
tengo algo de experiencia en eso. Antes de los veinte años ya había sufrido
cuatro fracturas.
Todas
en diferentes ocasiones. Con mi segunda fractura aprendí lo importante que era
seguir con atención el proceso de curación. Una o dos semanas después de
haberme fracturado la clavícula izquierda, yo ya me sentía bastante bien pero
el médico insistía en que debía guardar reposo. Desesperado, una tarde decidí
jugar al baloncesto con mis amigos.
No
había pasado mucho tiempo cuando resbalé y caí; la fractura volvió a abrirse.
¡Qué dolor sentí cuando volvieron a poner el hueso en su lugar!
Curarse
de una herida emocional tiene un proceso análogo al de la curación física que
debemos entender si queremos sanar bien. Según Lewis B. Smedes en Perdonar y
olvidar, el proceso del perdón tiene cuatro etapas:
Sufrimos:
El mundo en que vivimos no es justo y las personas que nos rodean no son
perfectas. Por tanto, desde muy temprano empezamos a sufrir heridas. Algunas
son superficiales y sanan solas. Otras son profundas, se infectan y envenenan
nuestro ser robándonos la felicidad y el bienestar.
Odiamos:
El odio es la respuesta natural contra aquellas heridas que son profundas e
injustas. El odio se concentra en las personas. No odiamos acontecimientos,
cosas o instituciones, ni siquiera al mal mismo. Odiamos a las personas que nos
hicieron el mal y nos parece imposible desearles que les vaya bien, que sean
felices.
Sanamos:
Esto pasa cuando Dios nos da la capacidad de separar a las personas del mal que
nos hicieron. De esta manera ya no los vemos a través de la lente del mal, sino
que recibimos una nueva capacidad para pensar generosamente en ellos. Este
milagro nos libera del dolor de la memoria y hace posible que crezcamos y
prosperemos en la vida.
Nos
reunimos: Esto sucede cuando el que ha sido herido renuncia a la venganza, y el
que ha herido renuncia al mal.
Aunque
no todas las relaciones fracturadas pueden restaurarse, toda persona que ha
sido herida puede sanar por la gracia de Dios. Si te pones a pensar, perdonar a
los demás es finalmente mucho más que beneficiarlos con nuestra benevolencia.
Perdonar significa sanar para ser feliz y fructificar. ¿Por qué no pides a Dios
que hoy inicie este milagro en tu vida?
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