Me has dado a conocer la senda de la vida; me llenarás de alegría en tu presencia, y de dicha eterna a tu derecha. Salmo 16:11
En
la mayor parte de las culturas, el color negro representa el luto. En años
atrás todas las personas que perdían un ser querido debían vestir ropa de luto
durante un determinado período de tiempo. En otros lugares del mundo, las
viudas debían vivir en un duelo indefinido y vestir de negro por el resto de su
vida. La ropa de luto pone de manifiesto que la persona que la viste enfrenta
un duelo, una pérdida que causa dolor, sufrimiento y un abatimiento intenso.
Los
expertos en salud mental mencionan un período de seis meses para que se inicie
la restauración emocional de alguien que ha atravesado por una situación de
duelo. Por otro lado, consideran que se requieren varios años antes de que se
logre una restauración total. Aún así, hay personas que deciden vivir un luto
perpetuo.
Se
acostumbran a sufrir y a llorar, se alimentan de la lástima de los demás y no
desean disfrutar de los placeres que conlleva vivir.
Las
pérdidas de seres queridos son una especie de continuos “baches” en la vida de
los hijos de Dios. La dicha eterna no existe en esta tierra, únicamente la
podremos disfrutar en el reino venidero: “Él les enjugará toda lágrima de los
ojos.
Ya
no habrá muerte, ni llanto, ni lamento, ni dolor, porque las primeras cosas han
dejado de existir” (Apocalipsis 21:4).
Mientras
esa promesa se hace realidad, aprendamos a vivir nuestros duelos buscando el
consuelo de Dios, y educando nuestra voluntad para salir de ellos.
El
luto perpetuo ensombrece el corazón, disminuye las fuerzas físicas y nos aleja
del consuelo de Dios.
Confía
en el poder sanador de Dios, querida amiga. Permite que cada amanecer anuncie
un nuevo día y un sinfín de nuevas esperanzas que puedes hacer tuyas. Despójate
del luto. Recuerda que poner fin a un duelo no significa olvidar; muchas veces
consiste en perdonar, buscar y encontrar un nuevo sentido a la vida.
Asimismo,
consiste en llenar los espacios vacíos del corazón con nuevos amores, acompañar
a los que sufren, consolar a los abatidos y creer a pies juntillas que Dios
conduce tu vida.
Repite
con el salmista: “Aun si voy por valles tenebrosos, no temo peligro alguno
porque tú estás a mi lado; tu vara de pastor me reconforta” (Salmo 23:4).
Tomado de Meditaciones Matutinas para la
mujer
“Aliento para cada día”
Por Erna Alvarado
Por Erna Alvarado
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