Nos consuela en todas nuestras tribulaciones
para que con el mismo consuelo que de Dios hemos recibido, también nosotros podamos consolar a todos los que
sufren. Así como participamos abundantemente
en los sufrimientos de Cristo, así también por medio de él tenemos abundante
consuelo. 2 Corintios 1:4-5
Hoy
en día es común encontrar objetos falsos que se ofrecen como genuinos. La
música y las películas se venden de manera “pirata”; asimismo el calzado y la
ropa, las joyas y una interminable cantidad de objetos que tan solo son malas
imitaciones de los originales. Únicamente al obtener un certificado de
autenticidad podemos estar seguras de que un artículo costoso que hayamos
adquirido sea verdadero.
En
el ámbito espiritual también sucede algo parecido. Se ofrece un cristianismo
falso a la vuelta de cada esquina, como la solución a los problemas de los
seres humanos. En consecuencia, a muchos individuos les atrae comprar una
verdad que no es legítima. Una verdad barata, de consumo masivo. Un
cristianismo carente de compromisos, desprovisto de renuncias. Una verdad
religiosa sin cambio de vida, sin sacrificios. Una espiritualidad que,
parapetada detrás de la cruz, se acomoda a toda circunstancia humana.
Todo
hombre y mujer que anhelan ser cristianos deberán buscar en la vida de
Jesucristo el sello de autenticidad. Cuando caminamos con él y vivimos su vida
y su muerte, entendemos que nuestra experiencia cristiana no debe estar basada
en la comodidad y en la satisfacción de nuestros deseos personales.
¡El
cristianismo verdadero produce cristianos verdaderos! Hombres y mujeres que
están dispuestos a seguir el consejo del apóstol Pablo cuando dijo: “Por tanto,
hagan morir todo lo que es propio de la naturaleza terrenal: inmoralidad
sexual, impureza, bajas pasiones, malos deseos y avaricia, la cual es
idolatría” (Colosenses 3:5).
Amiga,
Dios desea hacer de ti una cristiana genuina, en cuyo hogar se enarbole la
bandera de la verdad a cualquier precio. El Señor anhela que seas de las
mujeres dispuestas a sufrir por Cristo para llevar la salvación a tu hogar, a
la iglesia y a la comunidad.
Que
tu oración en este día incluya las palabras del apóstol Pablo: “Para mí el
vivir es Cristo y el morir es ganancia” (Filipenses 1:21).
Tomado de Meditaciones
Matutinas para la mujer
“Aliento para cada día”
Por Erna Alvarado
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