miércoles, 20 de noviembre de 2013

EL CABALLO DE TROYA

Portada Menores
Lugar: Grecia

Palabra de Dios: 1 Samuel 16:7

Luego de más de diez años de sitiar la ciudad de Troya, el ejército griego ideó un plan para capturarla. Simplemente, se fueron en sus reos, dejando atrás un gran caballo de madera cerca de las puertas de la ciudad.

Cuando los troyanos vieron que los griegos se habían ido, comenzaron a celebrar. ¡Diez años de guerra habían terminado! Los griegos se habían dado por vencidos finalmente, dejándoles un regalo. Los troyanos metieron el caballo dentro de la ciudad y festejaron hasta tarde por la noche.

Pero, ellos no sabían que había hombres escondidos dentro del caballo de madera, esperando pacientemente a que la celebración terminara. Luego de que los troyanos se fueron a dormir, los hombres salieron sigilosamente del caballo y abrieron las puertas de la ciudad al ejército griego. Los troyanos no tenían ninguna posibilidad frente a ellos, y los griegos volvieron a sus hogares victoriosos.

La historia del caballo de Troya ocurrió, supuestamente, hace miles de años. Pero, en los últimos años, la frase “caballo troyano” ha llegado a referirse a programas de computadora en los que parece estar todo bien, que hasta pueden ser deseables, pero que, en realidad, son dañinos. Por ejemplo, puedes bajar algo de Internet, sin darte cuenta de que contiene un virus escondido, o un gusano. Los caballos troyanos pueden parecer inocentes, pero no se puede confiar en ellos.

Esto ilustra que solo porque algo parezca bueno por fuera no significa necesariamente que lo sea. Las apariencias externas pueden engañar. Lo que realmente importa es lo que hay adentro.

Eso también es cierto contigo y conmigo. No se trata de cómo nos vemos o cuán altos somos; no tiene que ver con actuar bien. Lo que importa es nuestro corazón; en otras palabras, nuestro carácter.

Cuando Dios envió a Samuel a ungir al segundo rey de Israel, dijo al profeta: “…La gente se fija en las apariencias, pero yo me fijo en el corazón”.

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