La gloria de los jóvenes radica en su fuerza; la honra de los ancianos,
en sus canas. Proverbios 20:29
Más que
enojada, me sentí temerosa. Con paso lento e inseguro un ancianito intentaba
cruzar la calle. De pronto, aparecieron dos muchachos avanzando velozmente
sobre patines. “¡Quítate, abuelo!”, le gritaron. En ningún momento aminoraron
su vertiginosa marcha. El ancianito se llevó tremendo susto; tembloroso, se
detuvo y luego se sentó en la acera para reponerse de la impresión que había
sufrido.
Cuando Moisés,
por mandato de Dios, reunió al pueblo para darles a conocer las ordenanzas que
había preparado (Levítico 19), dio indicaciones precisas sobre el cuidado y respeto
que se debía dar a los ancianos. El mismísimo Señor había dicho: “Ponte de pie
en presencia de los mayores. Respeta a los ancianos” (Levítico 19:32).
Lamentablemente,
las cosas han cambiado bastante desde entonces hasta nuestros días. Cada día
son menos los jóvenes que muestran consideración y respeto por la gente mayor.
Parecería que su juventud les concede el derecho a desconocer la experiencia y
sabiduría que atesoran un hombre o mujer que hoy se doblega bajo el peso de los
años. No se dan cuenta de que el mundo que ellos mismos disfrutan fue
construido gracias al esfuerzo y la lucha de los que hoy son llamados “personas
de la tercera edad”.
Quiero dedicar
esta meditación especialmente a las mujeres más jóvenes. Es mi intención
despertar en ellas el deseo de tratar a los ancianos y a las ancianas de
nuestro entorno con profundo respeto. Asimismo, es necesario recordar que:
“Entre los ancianos se halla la sabiduría; en los muchos años, el
entendimiento” (Job 12:12). Muchas veces, bajo una apariencia cansada y un paso
lento, se esconden duras luchas, así como triunfos que podrían representar
grandes enseñanzas para los más jóvenes.
Enseñemos a
nuestros hijos a que traten a los ancianos con respeto y dignidad.
Cada surco de
su rostro tiene una historia que contar. Cada cana de su cabello es testigo de
años de trabajo, lucha y esfuerzo. Si hoy te topas con alguien cuyas sienes han
sido plateadas por el tiempo, descúbrete y levanta tu rostro en señal de que
valoras su legado. ¡No olvides que, en un futuro no muy lejano, tú también
apreciarás recibir el mismo trato!
Tomado de Meditaciones Matutinas para la
mujer
“Aliento para cada día”
Por Erna Alvarado
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